Corujeira maneja a la par la abstracción más lírica y la abstracción geométrica, en una calculada dialéctica entre la apariencia y lo que permanece oculto.
Alejandro Corujeira en el CAB
Si algo define a la pintura de Alejandro Corujeira (Buenos Aires, 1961) es su virtud paisajística. La creación de espacios mediante el uso de la luz vaporosa y los elementos formales sinuosos que acentúan la sensación de profundidad; la representación de lo reconocible en combate con lo imaginado, la sensación de movimiento y de vida y a la par de quietud; la confusión entre superficie y fondo que experimentamos al contemplar un bosque, un lago o un mar, están en la base de su pintura y en la del original proyecto que ha desarrollado en exclusiva para el CAB.
‘Débil tórax de los sueños’ parte de idénticas premisas a las de su pintura, pero se materializa de modo diferente. El espacio del CAB se ocupa con volúmenes de madera que trazan formas precisas, de una geométrica forzada más allá de la convención. Estructuras que parecen contener un interior inalcanzable, pero cuya revelación Corujeira sugiere al vestir los muros con los mismos colores que tiñen los cuerpos escultóricos.
La luz que se trasdosa hasta las paredes obliga al espectador a trazar su propio recorrido, a dejarse atrapar por la disputa entre el trazado geométrico y la abstracción cromática.
Esta intencionada transversalidad se acentúa con otra de las singulares aportaciones de Alejandro Corujeira para esta exposición: un trabajo de land-art realizado por el artista durante el mes de agosto de 2016, dibujos trazados sobre un campo de arena pedregosa que tituló El pequeño sentido.
Del 10 de febrero al 28 de mayo