Vendiendo en la calle
Con la colaboración de la Fundación Joaquín Díaz
Las primeras colecciones de grabados en los que aparecen vendedores ambulantes
surgen en el límite entre los siglos XV y XVI, y representan oficios en los que se presume
una obligada relación entre quien comercia o trata y un público comprador.
Justamente por esa necesidad de comunicación, quienes dibujan o retratan al vendedor suelen
hacerlo en actitud de marchar –lo que parece transmitir la idea de esa imprescindible trashumancia
de su negocio- o voceando la mercancía –con una mano haciendo de pantalla para que su pregón
llegara más lejos o fuera mejor dirigido-, unas veces en solitario y otras rodeado de expectantes
espectadores cuyos ojos parecen sustituir a los oídos por lo abiertos que están y la fijeza que
manifiestan al observar al artista de la comunicación. La invención de la fotografía, lejos de
apartarse de estos modelos –cuyos autores suelen advertir en el título que son “tomados del natural”-,
viene a contribuir a mejorarlos, retratando el “paisaje” en el que desarrollan su actividad, que suele
ser la calle, un mercado o una fiesta ritual. Todos estos extremos y otros pueden comprobarse
en las sucesivas descripciones literarias y plásticas que un oportuno costumbrismo rescató
del pintoresquismo banal para alzarse como pilar de un verdadero estudio de tipos populares.
Uno puede viajar desde Lope o Quevedo hasta Antonio Flores, pero también desde
Juan de la Cruz Cano hasta Eduardo Vicente, y completar el recuerdo personal o la imagen infantil
de aquellas calles bulliciosas, con trazos artísticos o literarios que abarcan desde la Edad Media
hasta el momento en que nuestra mentalidad comienza a tambalearse bajo el peso de una moderna
y aséptica visión del mundo y de sus habitantes.
SALA DE LA CASA REVILLA
Del 27 de junio al 25 de agosto de 2019.