Un tetrapléjico y un inmigrante marginal tejen una amistad insólita en una brillante comedia dramática o viceversa rebosante de vitalismo creíble
Intocable es un campo de minas. Es decir, baraja cuestiones de potencial melodramático inenarrable, contextos de gran calado social e incluso político y personajes que caminan en el filo mismo del abismo con un pie en el aire. El milagro es que Eric Toledano y Olivier Nakache burlan todos los explosivos sorteando con loable frescura el marrón de un relato con grandioso potencial de ladrillo lacrimógeno y moralejas de superación monovolumen.
El detonante dramático es una amistad imposible entre dos extremos: un millonario tetrapléjico cuyo dineral amortigua la amargura de un día a día en una silla de ruedas y un inmigrante senegalés de suburbio y vivienda de protección pública que no tiene donde caerse muerto ni razones para sentirse francés o parisino. La gracia del asunto es la empatía entre los dos extremos; el uno ciudadano acaudalado y socialmente decente y el otro uno de esos airados inquilinos de la multiétnica periferia de París que son foco de disturbios e indignación antisistema de unos años a esta parte.
El quid de la cuestión es que ambos se necesitan como el comer, y que Toledano y Nakache no están dispuestos a ceder al arquetipo llorón del inválido atormentado y del inmigrante desamparado y deprimido. No, de hecho los dos manejan un sentido del humor muy notable, riéndose de las respectivas desgracias y poniendo buena cara ante el mal tiempo. Ya solo por eso Intocable es una cinta diferente e insólita; otra manera de mirar la tragedia es posible; se puede tocar fibra sin caricaturizar la marginalidad ni la desdicha. En ese sentido esta película es una lección de dramatismo complejo y ambivalente.
Lo que conmueve aquí no es el énfasis de la tragedia, de hecho Intocable flirtea más a menudo con la comedia gamberra que con el drama, sino la impecable complicidad de los dos polos, la humanidad jocosa de los retratos y la química improbable entre dos personajes nacidos para existir en películas distintas. François Cluzet y Omar Sy recogen el guante interpretando en un grandioso mano a mano las intenciones de Toledano y Larache como nadie podría; la sorna y el descaro, el vitalismo estoico y la redención creíble, libre de solemnidad impostada, que brota del feliz encuentro. Intocable vendría a ser un Paseando a Miss Daisy cínica y con contenido. En fin, que no es fácil comprender por qué ha reventado la taquilla francesa coleccionando records y ganancias astronómicas.
Lo mejor:
La impagable química entre los dos protagonistas
Lo peor:
Que no se instala por mucho tiempo en la retina