Guillaume Canet emula al Kenneth Branagh de «Los amigos de Peter» con una comedia coral y generacional con demasiadas pretensiones
De haberse conformado con ser lo que no es, a saber, una comedia coral medioburguesa con apuntes sociológicos circunstanciales, Pequeñas mentiras sin importancia y la media sonrisa que acompaña el visionado se te quedarían, igual, en la retina. Lo malo es que Guillaume Canet, ya que se pone, está por la labor de la perspectiva macro. Es decir, su película tiene complejo de manifiesto generacional con pretensiones, y las películas generacionales no preexisten. Es decir, que es el público el que decide si ha de serlo o no y nunca el guionista.
Partiendo de esa nada humilde altura de miras Canet se fija en el Kenneth Branagh de Los amigos de Peter para tomar el pulso a ese heterogéneo colectivo de inminentes cuarentones que miran la vida con un sentido de la responsabilidad difuso, “peterpaneando” aquí y allá a la expectativa de lo que nunca ocurre. En ese sentido “Pequeñas mentiras sin importancia” no es sino una más, de tantas, acerca de esa generación X que ya se hizo grande pero que sigue sin posar los pies en la tierra.
A favor de Canet hay que objetar el enorme potencial taquillero de su película. Un poco por engarzar con razonable habilidad drama y comedia, otro poco por saber tocar la fibra sensible del espectador medio que tiende a recomendarla una vez vista. Pero más allá del muy prometedor arranque, la comedia sucumbe a la solemnidad generacional y aglutnante de unos diálogos que suenan a falsetre los oigas como los oigas.
Abundan los postizos en Pequeñas mentiras sin importancia; la manipulación musical, la tendencia a ofrecer la comida premasticada al respetable, la recurrencia al estereotipo… Canet no se anda por las ramas cuando de conquistar la empatía del espectador se trata; su película es más sensiblera de lo recomendable y, si se tercia, busca la lágrima fácil por las bravas, sin sutilezas. La sostiene un puñado de excelentes actores tan inspirados como cabría esperar; pero nada en ella es realmente auténtico y genuino. Es fácil entender el porqué de su atronador éxito en Francia, pero lamentablemente su potencial taquillero no rima con sus discutibles méritos cinematográficos.
Lo mejor:
El plano-secuencia inicial
Lo peor:
Que se permita ser tan innecesariamente larga
Fecha de publicación: 02/06/2011