Este contenido pertenece al número 1048 de La Ría del Ocio, publicado el 22 de diciembre de 2020.
Alba Martín
Con la segunda edición de su libro Lo mejor de ti en camino, la coach Claudia Osborne muestra al público su lado más personal e íntimo, caracterizado por la pérdida de una persona muy cercana en su niñez. Este hecho desencadenó un trastorno alimenticio que supuso «una lucha interna muy complicada»
Decidió abandonar su vida anterior en Nueva York y formarse como coach en Madrid. ¿Cómo ha cambiado la pandemia actual su forma de trabajar?
A raíz del Covid-19 solamente trabajo online. Estoy notando que, después del confinamiento, las personas están mucho más concienciadas y buscan más ayuda que antes. Han tenido tiempo para pensar y, sobre todo, para pensar en ellos. Obviamente, la situación les ha obligado a darse cuenta de que hay cosas que tienen que resolver consigo mismos. Eso les está animando a pedir ayuda.
En Lo mejor de ti comenta que siempre hay que sacar algo positivo de todas las situaciones. ¿Qué se puede sacar de una tan atípica como esta?
Yo creo que es un momento fantástico para pararse y para conocerse un poco más. Como una especie de descanso. Creo que es una parte muy positiva de la situación que estamos viviendo.
También cuenta una parte muy personal e íntima en este libro. Entre todas las cosas, desvela que sufrió un trastorno alimenticio. ¿Cómo recuerda esa etapa de su vida?
Difícil. Es un episodio que comienza a los 15 años y se prolonga hasta los 22. Lo recuerdo como una lucha interna y muy complicada. Pedí ayuda cuando toqué fondo.
Habla, además, de un sentimiento de abandono que le marcó.
Sí. Este es un descubrimiento que hice a raíz de la terapia del niño interior. Allí entré en contacto con esa herida de abandono que surgió muy pequeñita, con 3 o 4 años. Esa fue la causa por la que desarrollé el trastorno de alimentación. Para gestionar todas esas emociones que tenía bloqueadas, en cuanto pasaba algo que reactivaba esa herida, la única manera de calmar ese bloqueo era comiendo compulsivamente y después vomitando.
¿Qué les diría a todas las personas que sufren algún tipo de trastorno alimenticio en estos momentos?
Les diría que no se conformen con la primera persona que encuentren que les está ayudando psicológicamente. La primera persona no siempre es la que va a ayudar. Que se animen a buscar a la adecuada. Pero, sobre todo, les diría que se puede salir de ello. No es una cosa con la que puedes aprender a vivir y ya está. No. Es una cosa que se supera.
En el libro no solo cuenta su historia, sino que también muestra casos de personas anónimas. Estas tienen en común que conciben como algo negativo sentir sentimientos y emociones como el miedo o la tristeza. ¿Qué piensa del estigma social que existe sobre esto?
Se nos educa desde pequeños para estar bien. Entonces, cuando estamos mal por primera vez, nos sentimos incómodos. La cuestión es que no se luche contra ello y se aprenda a aceptar y a atravesar por todos los estados emocionales. Al final, la vida es así, con altos y bajos, y hay que aprender a atravesarlos todos, no a evitarlos.
¿Qué opina de la percepción que tiene la sociedad sobre la salud mental?
Creo que está muy estigmatizado todavía el hecho de pedir ayuda psicológica, aunque cada vez menos. Creo que es muy importante hacerlo. A día de hoy, hasta que no tocas fondo no pides ayuda, cuando deberías hacerlo mucho antes. No hace falta llegar hasta ese punto para que te ayuden. Intento concienciar a las personas y explicarles que no es cuestión de ser débil el hecho de pedir ayuda profesional, es cuestión de tener una guía que te ayude a atravesar y a superar situaciones de la vida. Es igual que cuando nos duele el estómago y vamos al médico. La salud mental es igual de importante. Cuando tenemos alguna dolencia mental, es importante buscar ayuda profesional.
Comenta en este libro que gracias a entender que la forma de afrontar los miedos y los problemas es algo que se transmite de generación en generación, ha comprendido la forma de actuar de su familia.
Sí. Nuestras heridas de la infancia son fruto de las heridas de la infancia de nuestros padres, y las de ellos de las de nuestros abuelos, y así sucesivamente. Eso es algo que se va heredando hasta que llega una persona que sane esa herida y ya no la transmite a la siguiente generación.