→ Con el objetivo de hacer este periodo de desescalada más ameno, Txani Rodríguez publica Los últimos románticos. Una novela que cuenta con una protagonista femenina, Irune, que relata, “con una mirada muy marcada”, las segundas oportunidades que da la vida.
Tras haber publicado Lo que será de nosotros, Agosto y Si quieres, puedes quedarte, saca a la luz su cuarta novela. ¿Qué diría que ha cambiado desde la primera hasta Los últimos románticos?
Conforme pasa el tiempo yo misma siento más este oficio en mí. Pero hay una diferencia funda-mental que distingue a este libro del resto y es que es el primero que he escrito en primera persona. Hasta el momento, los otros han sido en tercera persona. En este, la protagonista habla directamente con el lector. Eso me ha exigido meterme mucho en su cabeza, en su manera de pensar y de mirar. Ha sido muy gratificante, pero también muy difícil porque ha sido complicado buscar una voz que no era la mía y mantenerla durante toda la historia.
¿De dónde nace un personaje tan peculiar como Irune?
El primer fogonazo de esta novela fue una bolsa llena de papel higiénico que trajo una persona muy cercana a mí y que trabajaba en una fábrica de papel que hay cerca de mi pueblo. En esa fábrica hacían servilletas de papel para una gran cadena de comida rápida, papel que cubre las camillas de los hospitales y también el papel higiénico industrial para gasolineras. Lo vi todo reunido y pensé que era casi como nuestra vida, casi posmoderno: es comer rápido, muévete rápido y, como sigamos así, pronto al hospital. Ese triángulo entre hospital, gasolinera y hamburgueserías me puso nerviosa y pensé que ahí había algo que tenía que contar. De ahí surgió la idea de que Irune trabajase en una fábrica de papel.
¿Cómo se trabaja dar voz a un personaje ficticio y con una personalidad tan marcada como la de la protagonista?
Creo que es fundamental pensar mucho en el personaje. Preguntarse cuáles son sus circunstancias, cuáles son sus temores, qué ha perdido, cómo le vendría bien avanzar, saber cuál es realmente su mirada sobre el mundo… Hay que interiorizar todo eso y meterse en ese papel cada vez que se escribe. Es casi como actuar, pero de otra manera. Hay que meterse dentro de ese personaje porque si no se hace, no va a funcionar. Además, Irune es una voz muy particular que no me ha permitido despistarme. Tiene una mirada muy marcada.
Se puede ver a lo largo de la historia que Irune es aprensiva. ¿Cómo surge la idea de añadirle al personaje esa faceta?
Yo soy un poco aprensiva (ríe), así que algo, a lo mejor, me he fijado en mí misma. Pero creo que cuando estamos asustadas porque estamos muy solas como está Irune o con dolor por pérdidas recientes, nos sentimos más frágiles. Entonces, ahí entran en juego la hipocondría y la aprensividad que tienen mucha lógica. No estamos bien y, entonces, nos creemos que físicamente tampoco vamos a estarlo.
Con todos los pensamientos y sentimientos que transmite la protagonista, ¿se puede decir que Irune, de cierta forma, busca huir?
Yo creo que al principio no sabe lo que busca. Solo está soportando sus pérdidas anclada en el pasado. Pero llega el momento, después de un tiempo, en el que empieza a ser un poco más consciente de su entorno, de cómo están sus vecinos, cómo está su fábrica con los problemas laborales… y empieza a volver a despertar porque no lo estaba. Por eso su mirada es tan particular, porque ella no contrasta, no habla de nada con nadie. Si dijera las cosas que piensa, a lo mejor, alguien le tranquilizaba con ciertos pensamientos que le genera la hipocondría.