Alba Martín
Verónica Molina es la autora de “Un segundo antes de la furia” (Planeta), un thriller erótico que trata los dos recursos de los abusos sexuales: la violencia y el sexo. La escritora asegura que conecta con Martina, la protagonista del libro, en diversos puntos, ya que ambas sufrieron abusos sexuales dentro del entorno familiar cuando eran pequeñas, pero que el resto “es ficción pura y dura”. Molina afirma que “no es una novela victimista que narra los hechos traumáticos”, sino que “es vitalista y optimista, con un ritmo frenético”
“Un segundo antes de la furia” es un thriller, pero con mucho sexo explícito. ¿Se te ha hecho difícil hablar de ello?
Al principio no sabía ni qué categoría iba a tener lo que ha terminado siendo un thriller erótico. Yo tenía una historia que contar y tenía que hacerlo utilizando esos medios. Hay mucha violencia y mucho sexo, pero no son gratuitos ninguno de los dos recursos. Digamos que son como la otra cara de una misma moneda. Esta novela es un viaje que hace la protagonista, Martina, hacia su pasado. Ella tiene que conectar con ciertas cosas durante todo el transcurso de la novela para poder despertar unos recuerdos que ha olvidado conscientemente y que ha aparcado. Estos recuerdos son abusos sexuales que sufrió cuando ella era una niña. ¿Cómo podía conectar a Martina con su pasado si no tocaba el sexo y la violencia? Tenía que darle del propio veneno para poder sacarlo fuera. No ha sido fácil. Ha habido capítulos en los que lo he pasado mal. Te diré que hasta he llorado cuando lo revisaba pensando en cómo había sido capaz de sacar eso. Pero hacía falta.
Pero no es una novela victimista…
No. Es una novela que tiene de todo. Es intensa, muy vitalista, es optimista. No estamos hablando de una novela introspectiva y victimista que narra los hechos traumáticos. No. El lector se lo va a pasar bien con su ritmo frenético. Muchos me dicen que terminan un capítulo y tienen que empezar el siguiente porque quieren saber ya lo que va a pasar.
Comentas que has llorado en varias ocasiones mientras escribías el libro. ¿Te ha servido como una especie de terapia?
Yo no lo sabía porque no soy psicóloga. Cuando comienzo a escribir el libro, lo hago desde un estado de superación, de haber dejado los fantasmas atrás. No lo hacía como un ejercicio de terapia. Pero te diría que sí he evolucionado mucho mientras lo escribía porque le he dedicado mucho tiempo a conectar con los sentimientos y experiencias pasadas, con mi niña de entonces… y me he entendido mejor de lo que pensaba que me entendía cuando me puse a escribir. Hay un desarrollo personal que no puedo dudar. No sé si lo puedo considerar como terapia, pero sí que he evolucionado un montón.
¿Cuánto tiene de autobiográfico y cuánto de ficción?
Esa es la pregunta del millón. El libro no tiene mucho de autobiográfico, pero yo sí que conecto con la protagonista en sitios. Fui víctima de abusos sexuales en la infancia y, como ella, también lo olvidé una temporada, lo dejé aparcado y seguí con mi vida. Pero un buen día volvió el recuerdo y pensé que tenía que hacer algo con ello. Este tema no vale con esconderlo debajo de la alfombra. Hay que sacarlo y hay que conseguir que la gente hable de ello. Pero Martina es una protagonista un poco compleja y llena de contrastes. Tiene esa parte de ángel y esa de demonio. Esta mala es la que al haber enterrado todos esos recuerdos, la que fue una víctima se convierte en verdugo y va por la vida aplastando y utilizando los peores recursos que te puedes imaginar para salir de los líos. En esa parte no me parezco para nada a ella. Eso es ficción pura y dura. En esa parte no somos para nada la misma persona.
En el libro se habla del empoderamiento de Martina porque ella hace lo que le da la gana sin importarle nada, pero hay puntos en los que llega a ser cruel con algunas personas…
Una cosa es la actitud de ser libre, de seguir adelante con tu vida. Esa parte positiva del empoderamiento que va impreso en la actitud del personaje. Luego está la parte maligna. Martina te va a caer mal durante muchas partes de la novela porque he creado un personaje que, como ha sufrido abusos de pequeña y los ha olvidado, se ha convertido en un verdugo. Ha comprendido todos esos mecanismos de violencia y de poder y los ejerce contra todo su entorno. Lo primero que escribí no fue esto. Fue una declaración de intenciones en la que decía que no me valía que hubieses pasado por lo que hayas pasado para luego comportarte como un cabrón. Está en tu mano cortar esto. Si tú creces y aprendes a utilizar esos mecanismos del mal, te va a salir utilizarlos cuando tú te sientas más fuerte que el que tienes delante. Ese segundo antes de la furia tienes que pararlo. Tienes que sanarte y dejar de pasárselo al siguiente.
¿Cómo se pueden empezar a sanar esas heridas?
Todos tenemos mochila. A todos nos han hecho daño alguna vez. Lo que hay que hacer es dejar de huir con la mochila a cuestas. Tenemos que enfrentarnos a nuestros monstruos. Hablemos con ellos. Seamos conscientes de lo que nos pasa. Huimos porque no tenemos ganas de sufrir porque no tenemos tiempo. Pero hay que hacerlo porque si no eso va a estar oculto y no nos va a dejar ser felices ni avanzar.
Tratas los abusos en el entorno familiar, donde se supone que estamos más seguros. ¿Hay más gente de la que creemos que ha sufrido abusos en ese entorno?
Ni te lo imaginas. Hay muchos. Cuando comienzo esta aventura de escribir el libro, hablo abiertamente de mi caso, intentando que nadie se sienta incómodo porque es un tema muy duro. Lo empecé a hablar desde mi experiencia en círculos pequeños: amigos, compañeros del trabajo… Cuando empecé a contarlo fue alucinante que no hubiera un sitio donde no me dijeran que a alguien que conocían le había pasado lo mismo en su familia o en el entorno laboral. Hay tantas historias horribles de abusos sexuales dentro de la familia que piensas que el mundo está loco. Es un tortazo de realidad porque pasa mucho y no se cuenta.
Para mí la familia es lo primero. Es el lugar en el que te deberías sentir protegido. Cuando eso no ocurre, es que eso no es una familia. Es un grupo de individuos que convive en el mismo lugar. Entonces, cuando se dan los abusos en el entorno familiar, estás sola y desprotegida. Tiras como una pantera, como lo hace Martina durante toda la novela.
¿Con qué mensaje te gustaría que se quedaran los lectores?
En primer lugar, que se hable del tema. Si esto sigue siendo un tabú, nunca lo vamos a arreglar. Como sociedad debemos ser conscientes de que esto pasa, y pasa muchísimo. Luego está el tema del acompañamiento. Si una víctima de cualquier tipo de violencia lee esto, quiero que se sienta acompañada, que encuentre los recursos. También me gustaría que algún verdugo dejara de hacer las cosas que tiene pensadas hacer. Pero luego, quisiera que, una vez que las víctimas se sientan acompañadas, hayan encontrado recursos y la sociedad hable de ello, se diera un segundo paso. Hay que poner a la infancia en este caso, o a la víctima en cualquier otro caso, en el centro del problema y ver cómo abordarlo. En la parte de la educación hay que ver cómo dar recursos a las familias, a los niños, a las escuelas… todo para que puedan identificar estos casos. En cuanto a la legislación, yo no soy ninguna experta en leyes, pero te puedo asegurar que la que va en contra de los abusos sexuales en la infancia es absurda porque llega el momento en el que prescribe el delito. Un niño, mientras crece, asume, es capaz de enfrentarse al miedo y se planta a denunciarlo, pasan años. Si en esos años, el delito prescribe, lo hemos hecho todo mal porque no hay herramienta para que ese verdugo sufra esa condena. Hay que trabajar todo de cero. Que se hable.