Arturo Trueba
Las actuaciones del Athletic están alarmando a los aficionados y a muchos de sus seguidores. Los resultados son malos, pero mucho peores son las sensaciones que transmite el tedioso y previsible juego del equipo. Se ha especializado en perder contra los equipos llamados a estar en la cola. Perder en Valladolid ante el colista debería encender todas las alarmas. Pero las cosas de palacio van despacio y en Ibaigane Jauregia parece que se quiere esperar al próximo encuentro en San Mamés contra el Betis para tomar una decisión. Muchos periodistas, contertulios y aficionados ya se han pronunciado a favor de un cambio de entrenador. Ven la nave varada y no ven la manera de reflotarla con los remedios que ha propuesto el entrenador Gaizka Garitano, quien no se sale del guion de apostar por los de siempre, aunque estén en baja forma o se les esté pasando el arroz. Ven que sólo busca otras propuestas a la desesperada, cuando se pone el encuentro cuesta arriba, y que su apuesta por los jóvenes es más testimonial que real.
El juego conservador de los rojiblancos no solo aburre hasta a los más enardecidos forofos sino que está abocado, por lo visto hasta ahora, a una trayectoria agónica. Los resultados son malos, el calendario se endurecerá, el juego es de dominio tontorrón e inofensivo, los constantes pases atrás no solo son una rémora para las transiciones rápidas sino que comprometen a quienes los reciben, y la fortaleza defensiva ya no es la que era. Las declaraciones del entrenador tras los partidos no ayudan a ser optimistas. Unas veces ve buen juego cuando otros bostezan o se duermen, se lamenta de que se pierdan los partidos por errores puntuales en defensa o en ataque, critica la calidad de los centros, deja ver la escasez delanteros y añora la figura de un delantero centro milagroso tipo Aduriz para conseguir marcar entre una maraña de jugadores… pero poco dice sobre la falta de creatividad, valentía y ambición. Su receta ya no funciona, los contrarios la tienen calada, especialmente los equipos que más se parapetan atrás, el aficionado se aburre y la nave comienza a hacer aguas. Garitano sacó al equipo del agujero, pero hay quienes creen que ese era un remedio de emergencia del momento y no una apuesta a largo plazo para un club que aspira a estar todos los años en Europa.
Es posible que el entrenador sobreviva al próximo o próximos encuentros, pero pocos piensan que el juego del equipo mejore lo suficiente como para que respiren los aficionados y recuperen el placer de ver jugar a unos leones capaces de imponerse a sus rivales.