El Athletic lo volvió a hacer. Volvió a demostrar el carácter que tanto le caracteriza y consiguió derrotar a un Barça incapaz de crear ocasiones claras gracias a la presión de los leones.
El primer tanto para el equipo rojiblanco no tardó en llegar. El capitán, Iker Muniain, abrió el marcador en el primer minuto. Un gol que demostró la calidad que tiene en sus botas.
Los leones no paraban de llegar al área rival con un Nico Williams totalmente metido en el partido que superaba a Jordi Alba en cada jugada. San Mamés se lo estaba pasando bien y se lo hacía saber a sus jugadores con sus cánticos y aplausos.
Tras unos minutos de posesión del Barça llegó el empate de las botas de Ferrán Torres. Un gol de esos imposibles de parar. Pero el marcador no reflejaba para nada lo que estaba pasando en el campo. El Athletic estaba superando al equipo rival llegando constantemente al área de Ter Stegen y creando peligro por ambas bandas. El equipo de Marcelino creaba ocasiones constantemente. Los jugadores estaban enchufados.
A pocos minutos del final del tiempo reglamentario llegó el gol de Iñigo Martínez. El central hizo el 2-1 que nació de una falta a favor del Athletic que cabeceó Berenguer, defendió mal el equipo blaugrana y aprovechó el rechace el de Ondarroa. Pero el Barça, en una jugada aislada, consiguió empatar a pocos segundos del final del descuento. Un gol que no hacía más que alargar la agonía y el cansancio del Barça, que se estaba viendo claramente superado por el Athletic.
Ya en la prórroga, tras una mano clara de Jordi Alba dentro del área, Muniain transformó el penalti en el 3-2 y puso la guinda a una noche mágica en San Mamés. Ahora, a por los cuartos.