El País Vasco es destacado por un componente especial como es el bosque. Forma parte de la esencia en la historia, la cultura, la idiosincrasia y la cosmogonía de sus gentes. Por ello, qué mejor manera de disfrutar de estos paisajes que con una visita a sus llanos, valles y montañas. Estos son seis de los bosques con una belleza inusual que no te debes perder.
Entzia
Este paisaje de la llanada alavesa cuenta con los quejigos y las hayas que escalan con gran atrevimiento los farallones de la sierra de Entzia. Este extenso bosque cuenta con más de 1.000 m de altitud donde se extiende un ancho manto de clorofila que viste el paisaje del puerto de Opakua. Cualquier estación es idónea para visitarlo y para disfrutar del blanco níveo que adorna el ramaje desnudo en invierno, el fresco y lozano verde que es acariciado por el rocío matinal de las mañanas de primavera, o el tinte melancólico del otoño. Todo esto acompañado de un mundo de leyendas de un gran interés turístico.
Oma
Este bosque estrena ubicación dentro de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en Kortezubi, en el mismo área del valle de Oma. Se caracteriza por ser el más sostenible, más accesible y más completo pero con las mismas condiciones morfológicas.
Cubre doce hectáreas las cuales mantienen la esencia de la obra de Agustín Ibarrola. Aunque los árboles sean otros, el lenguaje y la conexión utilizada sigue siendo el mismo. Además, esta obra pretende que sea el propio visitante el que vaya construyendo la obra por medio de las decisiones que se toman en el interior del bosque. Por lo tanto, existe un bosque diferente para cada uno de los que lo visitan.
Balgerri
Se trata del mayor hayedo del antiguo señorío de Bizkaia, en el que se encuentra colgado en la falda meridional de los 1.105 m la montaña que le da su nombre. Cuenta con una gran diversidad que lo convierte en una suerte de Olimpo para dendólatras, un espacio natural representado entre robles recios, erizosos castaños, esbeltos fresnos, acebos brillantes y tejos brujeriles.
Izki
En el parque Izki, las palabras ametza (roble marojo) y ametsa (sueño) intercambian sus dígrafos sin límite para hacer del caminar por este paisaje algo único. Probablemente, la explosión de troncos que conforman el área sea el mayor marojal de Europa.
El bosque cercado por montañas, valles y barrancos, se expande desde Arraia- Maeztu entre los picos de Kapildui y La Muela. Además, la muralla de la sierra de Toloño separa la Rioja Alavesa. La presencia de la madera añade alquimia sonora al mágico encanto de su belleza.
Añarbe
Se trata del robledal más grande de Gipuzkoa, que cubre la parte occidental del Parque Natural Aiako Harria entre Donostia y Errenteria. Cuenta con un conjunto de forestas comunales que suman hayedos y áreas acompañadas de acebos y alisos. Su inclusión en la Red Natura 2000 se debe a su gran biodiversidad, tanto vegetal como animal y su importancia dentro del corredor ecológico del área atlántica.
Desde antaño, se da uso de este espacio como fuente de carbón vegetal que no ha impedido su excelente estado de conservación. Se caracteriza además, por ser un bosque maduro y frondoso donde la presencia del agua es un factor importante y destacable donde se encuentran sus dos islotes y los cauces de los arroyos Atseginsaro, Aritzategi o Malbasarko donde el tono de verde y ocre toma el mayor protagonismo.
Allekupe
Finalmente, pero no menos importante, en las honduras de una Gipuzkoa sometida ante la sierra de Aralar encontramos un pequeño embalse bajo el nombre de Lareo. Aguas y leyendas acompañan este espectacular paisaje donde el verde renace impulsando el arrebato de exprimir cada segundo de la existencia.
Atravesar el bosque desde Lizarrusti, será un viaje mágico donde la palabra “existe” tomará protagonismo bajo la mirada de las cumbres de Goroskarsta y Sukaldezar, Menditxiki, Alleko y Malkoburu que rodean este paisaje.