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Crítica de Adam (2009) - La Guía GO!

Crítica de Adam (2009)

Sentida comedia romántica de soledades cruzadas, que esquiva con habilidad marrullerías melodramáticas acuñando un sentimentalismo cómico sutil y entrañable

El Síndrome de Asperger es la excusa de la que se vale Max Mayer para desubicar a un fulano, el Adam del título, del entorno, recluyéndolo en una suerte de burbuja, que es la de cualquiera con dificultades para adaptarse al medio. "Adam" es una comedia romántica de corazón melancólico que estudia en primer plano la soledad crónica de dos infelices que, por diferentes motivos, no encajan en el entorno y que, consecuentemente, encuentran el uno en el otro un ascua que arrimar a su sardina. Salpicada de no pocos estilemas y comodines consustanciales a la independencia pop, melosa y de multicine, formularia e inevitablemente autocomplaciente, "Adam" trasciende todas las estrecheces de su propio disfraz para revelarse e imponerse como la estimable comedia que es, alrededor del eje de rotación de dos personajes que son reales como la vida misma y que interaccionan con la credibilidad de la gente tangible.

Mayer es inteligente; su película es carne de lagrima fácil, un pretexto para manchar comedia con melodrama e inundarlo todo de lágrimas de cocodrilo. No cae, afortunadamente, en esa tentación; la discapacidad de su personaje no es un pretexto para la compasión; Adam es un personaje ambiguo con luces y sombras cuya enfermedad expresa aquí mas limitaciones emocionales que de ningún otro tipo. Mayer cuestiona la ambivalencia de la palabra normalidad tejiendo un extraño romance en los márgenes de la misma, alrededor de dos personas raras tanto o menos que cualquiera de nosotros con sus particulares e intransferible paranoias. El tono agridulce no es grueso, sino fino.

"Adam" prefiere lo sutil a lo corriente, lo delicado a lo evidente. Por eso, sin ser, que no lo es, cine memorable o de la familia, tiene el don de acoplarse en nuestra retina a medio plazo una vez se han encendido las luces de la sala. Más allá de sus limitaciones de forma, la cinta se hace querer con argumentos elementales y con derroche de corazón. Si además resulta que por primera vez. para variar, Hugh Dancy sabe cogerle el punto a un personaje sin perderse en agudos desajustes de registro, miramos "Adam" con empatía y le perdonamos sus deslices; aunque sólo sea porque sabe tocarnos la fibra con la punta de los dedos, pudorosamente.

Lo mejor:

Su atemperada sensibilidad

Lo peor:

Ciertos modismos cansinos del cine indie pop

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