Cómo fomentar el talento de los niños: once consejos básicos
Las experiencias durante la infancia determinan, en buena medida, la manera de situarse en la vida, así como la adquisición de las mejores herramientas para afrontarla.
Por eso, es necesario partir de una concepción de infancia potente y rica en potencialidades, que exige el reconocimiento de su dignidad y, al amparo de su derecho a la educación, la puesta en marcha de iniciativas desde los ámbitos familiar, escolar y social para descubrir y potenciar sus talentos.
Las aportaciones de la Teoría de las Inteligencias Múltiples suponen el cambio paradigmático desde una concepción de inteligencia estática, innata e influenciada por la herencia, medida a través del cociente intelectual, hasta un modelo integral de inteligencia dinámica, modulada por el contexto, que incluye diferentes ámbitos cognitivos, los cuales afloran de manera diferenciada y única en cada individuo.
En efecto, cada aprendiz posee un perfil diferencial, tanto en sus capacidades como en su forma de aprender, fruto de la combinación personal de los diferentes tipos de inteligencia –lingüística, musical, espacial, lógico-matemática, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista–.
Cuando hablamos de talento, nos referimos a un concepto que trasciende la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional. Nos referimos al nuevo modelo que está emergiendo de los descubrimientos neurocientíficos y que se concreta en la denominada “inteligencia ejecutiva”, una inteligencia en acción y para la acción.
En esta concepción de talento ocupa un lugar destacado la memoria creadora, la cual está íntimamente vinculada con el pensamiento divergente, aquel que nos permite vislumbrar nuevos caminos y explorar horizontes desconocidos.
Orientaciones clave
¿Cómo podemos fomentar el talento de nuestros pequeños y pequeñas? Como orientaciones podemos sugerir:
- El aprovechamiento de la curiosidad infantil y su capacidad de asombro como herramienta para activar el aprendizaje.
- La observación sistemática de las preferencias, los intereses e inquietudes de los niños y niñas.
- El respeto a los tiempos necesarios para que fluya la memoria creadora. El talento surge con más facilidad en la conocida como cultura slow.
- El aprovechamiento de las emociones para generar talento. Sin pasión no existe aprendizaje.
- Las situaciones de aprendizaje ofertadas al alumnado en la escuela deben ser muy diversas para que puedan emerger los diferentes tipos de inteligencias.
- La utilización de enfoques metodológicos que favorezcan el respeto a los diversos ritmos de aprendizaje, que ofrezcan la oportunidad de explorar, descubrir e investigar, que potencien el desarrollo de los cien lenguajes descritos por Loris Malaguzzi.
- Los ambientes de aprendizaje deben ser diseñados incluyendo el mayor número de canales sensoriales posibles –auditivos, visuales, kinestésicos…– para favorecer la plasticidad cerebral.
- El arte y la cultura son herramientas que facilitan la exploración de nuevas pasiones y la experimentación con la “magia creativa”. Es necesario hacer llegar la denominada cultura clásica a todos los niños y niñas independientemente de su procedencia sociocultural.
- El talento no es una conquista individual. Por ello, es necesario desarrollarlo en los diversos contextos sociales donde la infancia se desenvuelve a diario (escolares, familiares, culturales, de ocio…).
- El entrenamiento y los hábitos favorecen el talento, ya que este no surge por generación espontánea, sino que es fruto de un trabajo constante y sistemático.
- El juego y, en general, los escenarios lúdicos, brindan a la infancia oportunidades para ensayar habilidades y destrezas que, con una práctica adecuada, se pueden transformar en talento.
En definitiva, la educación puede transformar la inteligencia que posee cada persona en talento al diseñar ambientes de aprendizaje estimulantes, diversos, lúdicos y respetuosos con los tiempos y ritmos infantiles.
Una vez descubierto el talento de cada aprendiz –porque nadie puede ser bueno en todo pero, sin duda, todos somos buenos en algo–, serán el entrenamiento, la práctica y los hábitos de trabajo sistemáticos las variables que permitan que esa capacidad individual extraordinaria se convierta en excelencia vital y profesional.