Los estereotipos maniqueos clásicos del cine animado patas arriba en una película impecable en las formas e irregular aunque genuina en el fondo
La excelencia se conquista con los años. Illumination Studios, nueva filial animada de Universal, nace con la firme voluntad de funcionar al máximo nivel desde el principio con el aval de un equipo profesional que ha sabido "secuestrar" algunos de los más cotizados talentos de la competencia al servicio de la nueva idea. Gru, mi villano favorito es la primera piedra en el camino, y aunque la ilusión de tutear a Pixar y a los mejores (contados) trabajos de DreamWorks aún se anuncia una utopía, hay mimbres que sugieren un margen de progresión estimulante.
La cinta encierra, dentro de su irregular factura, suficientes minutos de gran cine animado como para augurar un futuro brillante y próspero para la casa. Veremos. Apoyada en una factura visual sobresaliente, que en nada tiene que envidiar los mejores trabajos de la competencia, "Gru, mi villano favorito" triunfa por la audacia del principio, por la valentía del concepto.
La película pone del revés todas las convenciones dramáticas del cine infantil en abierta oposición al maniqueísmo obtuso del cuento tradicional en el que las fronteras entre el bien y el mal están cristalinamente delimitadas. Esa impecable moralidad didáctica del cuento viejo es puesta aquí en delirante tela de juicio invirtiendo todos los esquemas y difuminando las líneas que separa el heroísmo de la perfidia. Los malos no siempre son malos del todo ni los buenos enteramente buenos.
Y es precisamente esa confusión de los roles sacrosantos de la cuentística clásica lo que dota a "Gru, mi villano favorito" de una frescura tan estimulante, que trasciende a los inevitables defectos de la novatada. Las virtudes de la cinta se dispersan, a la larga, por la excesiva acumulación de ideas. Pierre Coffin y Chris Rennaud quieren abarcar demasiados palos y de la confusión emerge una trama frecuentemente abigarrada, que no acierta a capitalizar sus innegables virtudes a pleno gas.
La cinta entretiene pero no emociona por exceso de entusiasmo. Y eso a pesar de la pintoresca y deliciosa calidad de sus caricaturas, de la entrañable personalidad de sus criaturas, humanas o no, de la incuestionable originalidad de su planteamiento. Mimbres de una gran película que nunca fue tal pero que advierte del enorme caudal de talento que se esconde detrás de los "lápices".
Lo mejor:
La subversión de los patrones tradicionales del cuento clásico
Lo peor:
Un contraproducente exceso de entusiasmo