‘Griselda’ ya está disponible en la plataforma Netflix en España, la miniserie protagonizada por Sofía Vergara cuenta la historia de una de las narcotraficantes más sanguinarias de Colombia.
Sofía Vergara quería des hace tiempo contar la historia de Griselda Blanco antes incluso de que Narcos triunfara en el catalogo de Netflix. La actriz estaba fascinada con la historia real de esta narcotraficante colombiana. Y como para no estarlo. La aútentica Griselda dirigió el contrabando de la cocaína en Miami, fue cabecilla del cártel de Medellín y ejerció de mentora de Pablo Escobar.
El patrón llegaría a asegurar que solo había habido una persona a la que había temido en su vida, y era una mujer, Griselda Blanco. Apodada ‘la madrina’ o ‘viuda negra’, Blanco forjó un imperio con el tráfico de cocaína de Colombia a EEUU. Se convirtió en una narcotraficante poderosa y temida.
Tras el éxito de Narcos, Vergara se puso en contacto con su creador, Eric Newman. Le pidió colaboración en la puesta en marcha de una serie sobre este personaje. El director Andrés Baiz, que en aquel momento trabajaba con Newman en Narcos, también ayudó para dar vida a la serie ‘Griselda’.
Pero ¿Quién fue Griselda Blanco?
Griselda Blanco nació en Santa Marta en 1943, es decir, en el año séptimo antes de Pablo Escobar. Quien siempre ha mantenido la historia de la mujer en un segundo plano aún siendo ella su mentora. De hecho, en la serie colombiana sobre Escobar, su personaje aparece con el nombre de Graciela Rojas. Se tomaron, así, precauciones para evitar una posible denuncia de la propia Griselda, que aún vivía. Poco después de que la serie se estrenase, un motociclista le disparó a la cabeza cuando salía de una carnicería. Tenía 69 años y hacía ya mucho que no estaba en activo.
La viuda negra
Desde pequeña, la pobreza le empujó a robar carteras y a prostituirse, y según un antiguo amante, secuestró a un niño y pidió una recompensa. Ya fuera porque los padres del chico no llegaron a reunir a tiempo la cantidad que Griselda exigió, o porque recurrieron a la policía, la que llegaría a ser la reina de la cocaína empuñó una pistola y se deshizo de su primera víctima. Griselda tenía sólo 11 años.
Pronto Griselda huyó de su hogar y se instaló en Medellín. Antes de cumplir los 21, ya tenía tres hijos y estaba casada con un delincuente habitual, del que acabaría divorciándose y, a quien ordenaría matar. Alberto Bravo sería su segundo marido, y el responsable de introducirla en el narcotráfico.
A partir de entonces, Griselda viviría a caballo entre Estados Unidos y Colombia. La guerra de las drogas de Miami, que enfrentó a los cárteles colombianos (liderados por el de Medellín) con la DEA y el FBI acababa de estallar, y Griselda quería el protagonismo. Vendía, extorsionaba, trataba con los intermediarios, amenazaba a los morosos, organizaba complejos sistemas para blanquear los beneficios y eludía, una y otra vez,a la policía.
Entre tanto, gastaba el dinero en ropa y caprichos. Sin embargo, no despilfarró lo suficiente como para no advertir una fuga de dinero que apuntaba hacia su segundo marido. Casualidad o no, poco después, Bravo fue asesinado por unos sicarios. Así nació su apodo de “viuda negra”.
La madrina del narcotráfico
Griselda Blanco se sentía tan orgullosa de su gremio que llamó a su último hijo Michael Corleone. Y es que Griselda ya era en uno de los rostros más sanguinarios del narcotráfico. La protegían Los Pistoleros, un grupo de asesinos que sólo admitía en su seno a aquellos que, tras matar a una persona, probasen el crimen mutilando alguna de sus extremidades y se la mostrase a sus futuros compañeros. Las calles se llenaron de cadáveres a nombre de Griselda. Por supuesto, sus siguientes maridos estaban en la lista.
Pablo Escobar tenía miedo de ella
El joven Pablo Escobar, que aún comerciaba con marihuana, se cobijó en Griselda, que detectó en él un talento para el delito. Las ganancias de Griselda ascendían a los 80 millones de dólares mensuales cuando la policía, por fin, la atrapó. Se pudo probar que había estado implicada en la venta y distribución de droga, y la condenaron a 15 años de prisión. Sin embargo, su sentencia se ampliaría cuando uno de los Pistoleros, acorralado por un juez, declaro en su contra y le imputó tres asesinatos, alcanzando los 20 años presa.
En 2004 Griselda fue puesta en libertad debido a su delicado estado de salud y deportada a Colombia. Allí intentaría desempolvar su corona de reina de la cocaína, aunque los que se habían hecho con el trono no estaban dispuestos a compartir el botín.
Una tarde de septiembre, Griselda en su carnicería de confianza estaba comprando un buen pedazo de osobuco y un sicario hizo con ella lo que había ordenado antes que hicieran con tantos otros: la fulminó de un balazo y, después, a paso tranquilo, caminó hasta su motocicleta y se marchó.