Leonard Cohen nos ha dicho adiós. Y lo ha hecho vestido con uno de sus elegantes trajes. Ha cogido su inseparable sombrero con la mano y lo ha movido levemente en señal de despedida. 82 años le parecieron suficientes al cantante canadiense. Ya no nos quedaban fuerzas para tomar Manhattan y Cohen decidió echarse a un lado.
Todavía nos preguntamos por qué le han dado el Nobel de literatura a Dylan, quizás la pregunta es por qué no se lo dieron también a Cohen. No se puede entender la poesía del siglo XX sin sus versos. Ni la música contemporánea sin sus canciones.
Descubrí a Leonard Cohen en los años 80 en un programa de música (sí, por aquel entonces había programas en los que solo había canciones; muchas). Entre videos de cantantes con mechas, embutidos en pantalones elásticos de colores, apareció él: con su impoluto traje blanco, con su sombrero a juego, la voz grave y rodeada de bellas mujeres que paladeaban sus versos. Me juré entonces ser como él. Sombrero no llevo; traje y corbata, a ratos; bellas mujeres, ha habido y todavía alguna queda; ni un solo verso o canción compusé. Me conformo con tararear sus poderosas estrofas, un día sí y otro también. Recordándome lo que un día quise ser.
Ah you loved me as a loser, but now you’re worried that I just might win
You know the way to stop me, but you don’t have the discipline
How many nights I prayed for this, to let my work begin
Leonard Cohen dijo recientemente que él «estaba preparado para morir«, el problema es que nosotros no lo estábamos para su muerte.
Pero no es momento para las lágrimas, es momento para escuchar ‘Songs of Love and Hate’, ‘I’m Your Man’ o ‘Various Positions’. Para descubrir su epílogo musical ‘You Want It Darker’ —publicado en octubre de este año—, para beber un copa de vino mientras suena ‘Hallelujah’, imaginando que estamos en el Chelsea Hotel.
Adiós, Mr. Cohen. Un día Usted dijo que se proponía vivir para siempre. Doy fe que lo ha conseguido. Ahora más que nunca.