El cine siempre se ha configurado como una forma de lenguaje orgánico, vivo y en constante movimiento. Y eso es algo que, pese a su carácter eminentemente temático, ha permanecido impermutable durante sus más de 120 años de historia. Una ventana a otro mundo que, gracias al avance de la tecnología, ha logrado traernos experiencias que probablemente ni el propio ojo humano podía imaginarse. En este artículo, vamos a centrarnos en uno de los saltos más destacados del séptimo arte: el paso del celuloide a la técnica digital y su evolución hasta la época actual.
Cine y DVD: el enemigo en casa
A principios de año 2000 el DVD comenzaba a ganar terreno frente a las limitadas posibilidades que ofrecía el VHS. Y esto, aunque parezca no guardar relación alguna con el asunto que aquí nos ocupa, terminó desembocando en el auge del alquiler de películas en DVD y en la venta masiva de reproductores de video que soportaran dicho formato. Como os podéis imaginar, esto supuso todo un punto de inflexión que llevó a la bancarrota a no pocos cines. Aún recuerdo con una cortina de lágrimas en los ojos el cierre de la única sala de proyección disponible en mi pueblo.
No obstante, como ya decía Isaac Newton, «todo lo que sube tiende a bajar». Y es que el DVD, y con él casi cualquier tipo de soporte de almacenamiento físico, está perdiendo terreno frente a otras opciones eminentemente digitales. No obstante, esta tendencia ha encontrado salida en páginas como momox, en la que los que apuestan por lo digital pueden dar una segunda vida a sus DVD revendiéndolos a los nostálgicos que aún disfrutan de este tipo de soporte. Y consiguiendo así, de paso, recuperar unos euros por el camino.
Avatar como punto de inflexión del cine moderno
No obstante, y regresamos con otro punto de inflexión, si hubo un hito que logró volver a revolucionar el celuloide y con ello revitalizar las salas de cine fue el estreno de Avatar de James Cameron. Su multimillonario éxito en taquilla abocó a la inmensa mayoría de salas, al menos a las que querían subsistir, a renovar sus equipos para hacerlos compatibles con la tecnología de proyección en 3d.
Y esto es algo que, como os podéis imaginar, cambió el anquilosado soporte analógico por un entorno totalmente digital. Para muchos expertos en la materia el cambio fue de tal magnitud que podría equipararse al paso del cine mudo al sonoro.
Un futuro incierto
Por desgracia, el revulsivo de la digitalización y el resurgir del 3D (Cameron no inventó nada que no se hubiera intentando ya con anterioridad) no han sido suficientes, veremos qué ocurre con el estreno de las nuevas cintas y si estas pueden mantener al séptimo arte en la cresta de la ola de forma indefinida.
La COVID, una creciente sustitución de las salas de cine por los salones de casa, la piratería o la implantación de las plataformas de streaming como HBO o Netflix, en sustitución de los tradicionales soportes audiovisuales, son algunos de los retos a los que tendrán que hacer frente las salas de cine si quieren sobrevivir. En definitiva, el cambio de paradigma vuelve a sobrevolar sobre un «celuloide» tan maltratado como irreductible.