Alfredo Alcain, exposición en el museo Marco de Vigo
Alfredo Alcain presenta en su exposición de Vigo, su verdadera singularidad como artista. Hay que recordar que como pintor, parte del ambiente figurativo madrileño, aunque muy pronto introduce un elemento diferenciador: un humor fino, sutil, exigente y autocrítico, incluso corrosivo, con los principios que le parecen más estables.
Sabe quedarse como nadie en ese espacio difícil que es el límite entre la tradición y la modernidad, porque Alcain, fiel a la poca pintura, es uno de esos artistas que siempre aparecen, se paran y analizan una novedad o un cambio de rumbo en los discursos expositivos, aunque a veces está guiado por un cierto –y lógico– escepticismo.
Consciente de su condición de pintor-pintor, es irreductible: en su vida, en su actividad, no busca excusas ni propone pasos intermedios, y hace que todo gire en torno a la pintura.
La exposición de Alfredo Alcain reúne más de ochenta obras desde 1965 hasta 2021, entre pinturas, dibujos, y esculturas. Más que una retrospectiva, se plantea como un intento de valorar a un artista con un camino muy personal, un recorrido incuestionable dentro de la historia del arte en España, y un gran reconocimiento por parte de la crítica y artistas de diferentes generaciones –incluso las más jóvenes–, frente a una presencia institucional menor de la que debiera.
A partir de una selección de obras que van señalando distintas etapas de su trabajo, desde los años sesenta hasta la actualidad, el montaje se articula como un itinerario circular por las salas frontales de la primera planta, sacando partido de la estructura y amplitud de los espacios.