Tanto en la muestra La nua vida como en toda su trayectoria, Antoine d’Agata toma partido deliberadamente por la parte del diablo (Guy Debord) lo que le permite estar en contacto con el real. Su fotografía es una obra política, compuesta por lo que el artista llama imágenes del día, ligadas a contextos históricos y de guerra (Libia, Auschwitz, Camboya …) y las imágenes nocturnas relacionadas con sus aventuras sexuales y narcóticas. A pesar de las diferencias formales entre unas y otras, todas sus imágenes proceden del mismo mundo, el mundo de la alienación contemporánea.