Sábado 5 de marzo 2016. Horario: 20.30h. Precios: 20 € (anfiteatro) 25 € (platea y palcos).
Rafael Álvarez “El Brujo”.
La obra
“Los hombres… tarareando boleros Alcanzan la sabiduría” – Raúl Ribero.
Después de este recorrido, llegar al Quijote era algo inevitable. Aunque hace años se me hubiera antojado un imposible abordarlo como monólogo, en realidad el primer peldaño del ascenso por esta mi escalera de Jacob en el teatro estaba puesto ya desde que acometí el “Lazarillo de Tormes”, hace ahora doce años. Sin embargo la narración de El Lazarillo en primera persona, facilitaba de manera extraordinaria la forma teatral del monólogo. Se diría hecho para una sola voz, una conciencia sola, vive y cuenta lo vivido en el relato. Y nada ni nadie –ni siquiera el ciego- quedan fuera de esa única voz y de ese aliento.
Pero ¿Cómo ser Quijote y hablar por boca de Sancho y viceversa? ¿Cómo integrar en una sola voz es llama doble grabada desde niño en mi memoria? Siempre vi una silueta, eterno par, hidalgo y escudero- apéndice, bajo un sol de justicia –no sé porque siempre imagino La Mancha en un tórrido verano- caminando en la adusta llanura hacia un viaje sin retorno…
Pero de la sabiduría la palabra fluye en ambos “como un río de oro” y es siempre una misma voz. Un gran estudioso de la obra (Américo Castro) dice de la permanente profusión de las parejas o “emparejamientos” como espacio humano de los acuerdos o desconciertos (Quijote- Sancho, Marcela, Grisostomo, Cura-Barbero, etc.) que expresan “las armonías y los desacuerdos que tienen lugar en el sentir reflexionante (si cabe hablar así) del alma de cada uno” Pero según nuestro personaje –conferenciante y juglar- -sujeto activo del monólogo- este recurso formal de dualidad va mucho más lejos: “es una confrontación que invita a correr el velo de ilusión tras el que se esconde una luminosa síntesis trascendente”. El espectáculo de una incorruptible y única realidad: Soy, soy la voz y por ello puedo ser Quijote o Sancho y hasta, si es preciso, los “doce pares de Francia”.
Dos máscaras –Quijote y Sancho- en el juego hábil de un misterio y oculto bululú. A veces no se puede decir quien
es más sabio. Dos marionetas que improvisan un gracioso y estudiado
contrapunto. En ocasiones se diría que hasta -¡Oh maravilla!- da la impresión de que intercambian los papeles. En tres palabras: ¡dos buenos cómicos!.
Pero ¿Quién habla por boca de Sancho? ¿Quién responde en el papel de hidalgo sabio, irónico caballero, al encumbrado y, sin embargo, rústico escudero? ¿Quién es quién en realidad?
El “espíritu de las profundidades” – verdadero autor de la obra- abre las puertas a un maravilloso retablo de imágenes que emergen desde el reino oscuro de los sueños. Un carácter diferenciado, cada personaje, un perfil propio con vida autónoma. Pero quien habla es una sola voz. Habla -¿canta?- para celebrar el matrimonio del sentido con la insensatez. Es la voz de la sabiduría. “madre del amor, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. Regalada (soy) a todos mis hijos como un don eterno. Pero, sobre todo, a aquellos que son escogidos por Dios” (de los Proverbios de Salomón) El caballero conoce este don, así como la renuncia que implica su carisma. Amor, sin duda, acción sin miedo.
Por la experiencia de la aventura accede al conocimiento de aquello que por la fe ya ha sido hallado. Es el camino del caballero, del elegido, del instrumento de la voz.
Rafael Álvarez ‘El brujo’.