A diferencia de otras óperas de Richard Strauss como Salomé, Electra o El caballero de la rosa, la última que compuso, Capriccio –estrenada en 1942–, no se había representado nunca en el Teatro Real. Se trata de una divertida intriga en torno al propio género operístico en una versión capitaneada por dos auténticos especialistas en la obra del compositor muniqués, el alemán Christof Loy en la dirección de escena y el israelí Asher Fisch en la musical, y con Malin Byström como protagonista.