Cara pintada habla de la esencia, de lo real y verdadero que construye al ser humano. Una obsesión por mantener el cuerpo en vida, vibrando, buscando constantemente los contrarios para no quedarse en un equilibrio absurdo que anula, que se prolonga en el tiempo sin ofrecer nada a cambio. La escena de esta obra se presenta cómo una exposición de marcos vacíos, sin ningún contenido, con el objetivo de dar rienda suelta a nuestro imaginario. El cuerpo se presenta en este marco como un objeto más, como un recepente que se va llenando, cargando y transformando hasta que pierde su forma y se disuelve en su contenido. El espacio, la música, las voces, los objetos, las luces y sombras forman este juego imaginario incrustándose y prolongándose en el cuerpo, traduciendo de este modo las historias o emociones que surjen en él, cayendo en un estado absurdo, ridículo y surrealista que no se sostiene en ningún elemento narrativo. Es la crencia que depositamos en las acciones lo que hace que todo cobre sentido, sin juzgar, sin esperar a un resultado final. Cara pintada quiere invitar al espectador a introducirse en la intimidad de sus formas, en la intensidad de sus gestos y en el secreto que estos ocultan.
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