Carlos Bunga inicia su carrera vinculado a la pintura, aunque pronto expande sus intereses hacia experimentaciones con la tridimensionalidad que le permiten explorar las interrelaciones entre los cuerpos y los espacios. Sus instalaciones —que con frecuencia se antojan maquetas fuera de escala— apelan a la multiplicidad de posibilidades de una arquitectura en plena potencia. Suelos, techos, paredes y pilares provisionales introducen la temporalidad en las formas constructivas, pues en el montaje de la instalación ya viene implícito su propio desmontaje. Los ciclos de la naturaleza que circundan el Palacio, así como el contexto en el que fue originariamente construido el edificio constituyen algunas de las claves para su nueva instalación, que engarza la dialéctica entre el adentro y el afuera de los discursos.