En los años 60, en el París de ese seísmo que se conoció como Nouvelle Vague, tres jóvenes cineastas,
particularmente sensibles a los problemas de su tiempo, lanzaron en estas tres películas un mensaje
de advertencia contra las formas de poder que se perfilaban al final de la posguerra europea.
Cada uno de ellos centró su relato en tres amenazas reales: el desprecio a la cultura escrita,
la guerra nuclear y el control de los hombres por los ordenadores. El influjo mundial de aquellas tres obras
maestras sigue todavía hoy sacudiendo el Séptimo Arte.
El ciclo se inscribe en la programación veraniega del museo, dedicada a hacer memoria sobre otros tiempos en que,
al igual que en este inédito 2020, el ambiente se llenó de profecías sobre el futuro, modelos utópicos, visiones apocalípticas y mundos felices.
El cine, que ha sido sin duda un gran aliado para expresar todos estos extremos, no podía faltar en esta mirada retrospectiva.
Las sesiones se inician el martes 4 con los libros como héroes protagonistas. El director de Fahrenheit 451, François Truffaut,
resumía la película en tres frases: una sociedad hipervigilada en la que la lectura es considerada como un peligro que impide
a los hombres ser felices, en la que los libros son quemados cuando son descubiertos, y contra la que se rebelan grupos secretos
de «hombres-libro» que, refugiados en un bosque, se dedican a memorizar novelas y textos filosóficos para que no sean olvidados.
Con sus colores estridentes, el filme, inspirado en una célebre novela de Ray Bradbury y rodado en Inglaterra, es una mezcla de James Bond
y de estética pop que emociona todavía hoy al convertir a los libros en seres casi vivos, como pequeños «Juana de Arco» que mueren en la hoguera.
El miércoles 5 está reservado a Hiroshima, mon amour (1959), de Alain Resnais, adaptación de la novela de Margarita Duras.
Una actriz francesa — una excelente Emmanuelle Riva— que llega a Hiroshima para participar en un filme sobre la paz, conoce
a un japonés y se convierten en amantes. A través de sus encuentros eróticos, Resnais va confrontando el trauma personal de
la mujer (sus amores en Francia con un soldado alemán en plena guerra) con el traumatismo histórico de Hiroshima, uno de los peores
momentos de la Historia. La película insiste en el horror de la bomba atómica como una metáfora de todas aquellas otras atrocidades
históricas de las que es imposible hablar, pero que, a la vez, requieren con urgencia ser contadas para luchar contra el olvido.
El director llevó al límite el lenguaje del cine en uno de los experimentos fílmicos más heterodoxos del siglo XX.
El ciclo finaliza el jueves 6 con el filme de Jean-Luc Godard, Alphaville (1965), otro gran distopía de la historia del cine. Alphaville
es una ciudad deshumanizada en la que han sido abolidos los sentimientos y que vive regida por una gran computadora.
A ella llega el agente secreto Lemmy Caution con la misión de asesinar al fundador de la ciudad, destruir el ordenador Alpha 60
y «salvar a los que lloran». El héroe transita por un París futurista, fotografiado en un deslumbrante blanco y negro,
homenaje al thriller de Hollywood, si bien la historia se desenvuelve en un tono caricaturesco, donde un ventilador hace de computadora,
las ejecuciones se realizan en una piscina y las palabras malditas desaparecen de las Biblias.
Esta actividad es fruto de la fructífera colaboración que el Museo Nacional de Escultura y la Alianza Francesa mantienen
desde hace años, desarrollando proyectos comunes de difusión de la cultura entre los ciudadanos de Valladolid.
Las proyecciones serán en el jardín del Museo, a las 22.30 horas. La entrada es libre hasta completar el aforo establecido,
de acuerdo con las recomendaciones de las autoridades sanitarias.