Ana Fernández Villaverde, más conocida en el terreno músico-sentimental como La Bien Querida, es una de esas pequeñas e intrigantes rarezas que de vez en cuando surgen en nuestro pop. Primero fue una maqueta que se escuchó en la universal clandestinidad de la red, luego un disco al principio contestado pero luego reconvertido en indispensable, y una gira consagratoria demostraron que su voz está madura para cualquier empresa. Tras cinco discos indispensables (Fiesta, Ceremonia, Premeditación, Nocturnidad y Alevosía, Fuego y Consagración), 2019 la encuentra presentando Brujería, un disco en el que, pese a mantener la línea vocal, estilística y dramática, la tensa como la cuerda de un violín al golpearla el arco. Es la madurez lo que parece ejercer esa presión en su sexto álbum.
