El 2 de julio de 2009, la Leyenda del Lagarto de la Magdalena fue reconocida como uno de los diez tesoros del Patrimonio Inmaterial Cultural de España. Como resultado, el Ayuntamiento de Jaén estableció ese día como el Día del Lagarto de la Magdalena.
Cada año se lleva a cabo un programa de actividades que animan las calles de Jaén para conmemorar esta icónica leyenda. Durante el día oficial, más de 200 figurantes y muchas sorpresas participan en un pasacalles que recorre las calles del centro histórico para conmemorar el evento. La noche del 1 de julio el lagarto y los figurantes hacen su recorrido tradicional desde la Fuente de la Magdalena, reconocida como la guarida del lagarto, hasta la Plaza de San Ildefonso, que según cuentan algunas versiones, fue donde el lagarto murió.
Leyenda del Lagarto de la Magdalena
La Leyenda del Lagarto es muy significativa para Jaén, y pretende mantenerse en el tiempo para recordar que la ciudad andaluza es una capital cultural con una historia que merece ser contada. Con el paso de los años, se ha convertido en la leyenda más conocida de la ciudad y en un símbolo de Jaén.
Cuenta la leyenda que hace muchos años un lagarto vivía en el raudal de la Magdalena. El animal, que vivía gracias a los alimentos que le ofrecían los niños y vecinos, se convirtió en una bestia descomunal y empezó a comer animales de todo tipo y, más tarde, a los jiennenses que iban a coger agua de la fuente.
Las familias dejaron de ir a la fuente de la Magdalena y el lagarto salió a las calles en busca de algo que comer. Fueron muchos los que intentaron dar fin con la bestia, pero ni las autoridades, ni los caballeros, ni los soldados lograron matarlo. Todo cambió cuando apareció un humilde preso que se ofreció a matar al lagarto si obtenía como premio su libertad.
Sin embargo, en lugar de usar su fuerza, el preso se hizo con un caballo, una soga y piel de oveja con la que cubrió varios kilos de pólvora para que pareciera un animal. Ató la supuesta oveja a la soga, montó a caballo y fue en busca del lagarto, que le siguió hambriento por las calles. Cuando abandonaron el barrio, el preso decidió que era el momento: el lagarto devoró la oveja y explotó con un solo bocado. El preso ganó la libertad y los jiennenses pudieron volver a coger el agua de la Magdalena.