Divinas Palabras, subtitulada Tragicomedia de Aldea, es el exponente más moderno, el engranaje más perfecto y el cénit en el que el teatro español alcanza su máximo nivel, hoy en día aún no superado.
A través de un lenguaje de tono exuberante, inventado, mezcla de expresionismo e impresionismo, se transforma en algo poético de una belleza insuperable, consiguiendo que la prosa se convierta en música. Con una modernísima visión del concepto teatral, donde los espacios se multiplican, y donde el realismo, el esperpento, lo arcaico o lo esotérico se mezclan, produciendo una auténtica borrachera de imágenes. Todo ello unido a los comportamientos y emociones de más de una cincuentena de personajes -sórdidos y miserables-, que nos envuelven, nos revuelven y nos hacen pensar.
Una obra claramente agresiva, a veces brutal. Inmersa en las raíces de un pueblo que, sin perder su pasión, se comporta con el instinto y no con la razón. Un instinto deformado que lleva a cometer acciones inimaginables y que corroen los pilares de una sociedad burguesa, retrógrada y castradora. Y todo ello, a través de un acidísimo humor negro.
El texto, es la culminación del ciclo mítico de Valle Inclán con una estética muy cercana a los esperpentos. Lo trágico, lo dramático, lo cómico y lo grotesco se aúnan en esta tragicomedia. Donde es evidente la influencia de Goya y sus Pinturas Negras, de los Disparates, de los Horrores de la Guerra. Y también evidente la influencia de Solana, Dalí y de toda una corriente española que llega hasta nuestros días -con Buñuel a la cabeza- en una auténtica sinfonía de colores, sonidos y sentimientos.
Esta inigualable obra de la literatura española, está habitada con imágenes ancestrales de muerte, fanatismo, ingenuidad, barbarismo, codicia, avaricia y lujuria. Pero, sobre todo, de esa enorme fuente esencial, siempre reprimida, siempre oculta, siempre condenada y tantas veces prohibida: la sexualidad en libertad.
Con Divinas Palabras estamos ante una de las dos o tres obras más universales de nuestra historia literaria. Una obra que no ha perdido, en este siglo XXI, ni un ápice de su poder corrosivo.
Teatro Principal de Zaragoza. Del 4 al 7 de febrero