La Fundación Vela Zanetti, dentro de los actos de conmemoración de su vigésimo aniversario, del 5 al 27 de mayo exhibirá en sus instalaciones una exposición de grabado japonés del siglo XIX titulada El grabado japonés, del período Edo a la revolución Meijí. Colección Nakamura.
El grabado japonés en la Fundación Vela Zanetti
La exposición se compone de una quincena de grabados originales que abarcan varios géneros y artistas de los períodos Edo y Meijí. La colección cuenta con obras como Beauties in Autumn by Chikanobu (1838-1912), Think of Love by Yoshitoshi (1839-1892) o A Prespective View Of Mountgassan by Hiroshige (1797- 1858).
El grabado japonés es cromoxilografía –es decir– la estampación de un dibujo realizado en madera –habitualmente, cerezo o boj– sobre un papel especial –papier crepé–, impregnado con tinta negra. El color se aplica después, de distintas formas, generalmente, superponiendo otros bloques de madera, usando una plantilla o un tampón con diferentes entintados.
En el proceso del grabado intervienen sucesivamente: el dibujante o «pintor», el grabador que corta con fidelidad la madera para reproducir el dibujo, el impresor que debe conseguir la mejor calidad de los colores y el editor de la serie o empresario que financia y supervisa el proyecto en su conjunto.
Todo ukiyo-é es un grabado japonés, pero no todo grabado japonés es un ukiyo-é, es decir, el ukiyo-é abarca un período concreto –algo menos de 100 años, hacia 1853, coincidiendo con la llegada del Comodoro Perry a la bahía de Tokio– en el cual se desarrolla una temática artística precisa: cortesanas del Yoshiwara, luchadores de Shumo, obras y actores del Kabuki – y más tarde– paisajes urbanos de Edo, de la Ruta del Tokaido y provincias del Japón.
La traducción habitual de término ukiyo-é por «imágenes del mundo flotante», debe ponerse en relación con las creencias budistas, en el sentido de representaciones inconsistentes, transitorias y perecederas; imágenes de una realidad que –por así decirlo– no es ni perdura. Además, con el paso del tiempo debieron adquirir un significado nostálgico de un pasado feliz.
A finales del siglo XVIII, un artista llamado Hanoburu inventó la xilografía a color o método nishi-e, que pronto se generalizó entre los demás grabadores y dio lugar al periodo inicial Edo, que es el tiempo de Utamaro, Eishi, Eisen, Toyokuni I, artistas que desarrollaron un estilo elegante y armonioso en obras poéticas y costumbristas y, sobre todo, en estampas de bellas mujeres.
En las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XIX, se desarrolla el periodo tardío Edo, que es el aquí representado, donde el ukiyo-é se amplía a otras temáticas como el paisaje y los guerreros, es la época de Kuniyoshi con sus héroes del Suikoden, de Hokusaï con las 36 vistas del Monte Fuji y, especialmente, de la obra póstuma de Hiroshige, las más de 100 vistas de Edo.
El inicio de la era Meijí (1867/1912) supuso el fin del ukiyo-é tal como se había desarrollado en Edo. Sin embargo –y paradójicamente–, es el momento en el que se difunde y populariza en Europa y EE.UU., a través de las Exposiciones Universales de Londres (1862) y Paris (1867).
En Europa, el grabado japonés se divulgó sobre todo entre los Impresionistas; inicialmente, Manet, Degas, Whistler y más tarde, los postimpresionistas, Van Gogh, Gaugain, Bernard, Cassat, Touluse-Lautrec, Monet y otros posteriores, como Matisse, Bonard, Klimt.
La moda por lo japonés, no se limitó al grabado y se extendió a otros aspectos artísticos, como la literatura y la música. La Opera de G. Puccini Madama Buttlerfly o la novela de P. Lotti Madame Chrysantheme, son ejemplos conocidos. Y a otros aspectos decorativos, es la moda del japonismo, que se extiende al vestido, el mobiliario etc. Muy importante resultó también su influencia en la génesis de dos manifestaciones artísticas novedosas y típicas del siglo XX: el cómic y el cartelísmo comercial.
El comic tiene su antecedente en el Manga de Hokusaï, que dibujo en 14 volúmenes todos los aspectos de la vida en Edo. Más tarde, los primeros dibujantes americanos le añadieron el típico «bocadillo» para incorporar los diálogos.
En cuanto al cartelismo comercial, toma directamente del ukiyo-é el uso de colores uniformes, planos y brillantes, junto con el contorno de los elementos de la composición. En este aspecto fue muy importante la obra de Hiroshige y Kunisada para el creador de este estilo: Touluse-Lautrec.
Paradójicamente, esta popularidad del grabado japonés en occidente, coincide con una cierta decadencia en Japón. En aquel tiempo, Hokusaï, Hiroshige, Kuniyoshi, Toyokuni/Kunisada y otros grandes artistas del ukiyo-e habían muerto y no será hasta fin de siglo cuando aparezcan nuevas figuras importes, como Chicanobu y sobre todo Yoshitosi, que renovaran la forma y buscaran inspiración en las leyendas y los héroes de la historia del Japón. (Vía – Nota de Prensa)