El desguace de las Musas Teatro Alhambra
Apertura de telón. El costroso cortinaje granate desprende pestes a sudor y desinfectantes. Las notas musicales se esparcen por la penumbra mal ventilada antes de diluirse en el fondo de los vasos. Bajo los focos que desparraman azul noche, el diezmado coro de vicetiples ensaya una rudimentaria coreografía. Pereza de albornoces, chándales y mallas remendadas, aderezado con boas desplumadas, brillantes baratijas y acoples de micrófono. La tragedia contoneándose desde sus altos tacones.
En el espejo del camerino, rodeado por bombillitas fundidas, quedó escrito con pintalabios: “El Desguace de las Musas”.
Historia proscrita hoy de los manuales escénicos, arrumbada en el olvido, cuando no denostada, las Varietés, la Revista, será la piedra angular de la que partimos en nuestra obra. No se trata de desempolvar nostalgias para ponerlas a la venta sino de revivir, rescatar, si se quiere con el dolor intacto, abriendo las cicatrices, un mundo que fue referente de nuestra cultura teatral y por tanto de la historia que nos conformó, para explicarnos la sociedad que somos.
Estableciendo desde sus falsos esplendores de tela lamé y lentejuelas, una alegoría con la realidad, un paralelo con la actualidad, donde parece imposible un consenso para sacar a flote la empresa, con vedettes que amenazan con dejar el antro y la sombra del pasado siempre se arrastra como una carga.
Vuelve a nuestro escenario el universo único de una compañía, sus heridas y cicatrices, su desamparada imaginería, su desgarrada voz, sus personajes desahuciados. La Zaranda es una de las pocas compañías de culto que quedan en España, con seguidores por medio mundo, y premios – en 2010 recibió el Nacional de Teatro -acumulados en distintos países.