Enrique Bunbury publica su disco más carnívoro, feroz y diagnosticador. Expectativas (OCESA / Warner, 2017) es la banda sonora de una distopía que ha mutado en realidad, que se conjuga en presente de indicativo y que, a primera vista, carece de fecha de caducidad. En las once canciones que conforman su nuevo álbum, el compositor nos ubica en un ecosistema tan atroz como el que aparece en Un mundo feliz de Huxley, en 1984 de Orwell, o, desde un punto de vista musical, en el Diamond Dogs de Bowie, sólo que, en lugar de recurrir a la fabulación, el músico canta basándose en lo que ve, en lo que lee, en lo que vive.
Enrique Bunbury ofrece un disco ambicioso, vibrante, implacable y hermoso. Es una pintura negra goyesca en la que, levemente, asoma la salvación. Sus once canciones son un ejercicio inteligente, crítico y crudo de belleza y arte, a pesar del –aunque, siendo cínico, cabría apuntar un gracias a- esperpento totalitario y cotidiano. Sin duda, este trabajo se encuentra entre sus obras fundamentales. No hay mejor manual para sobrevivir a la ceremonia de la confusión, esa que se celebra en nuestro día a día.