En el año 1937 Miró había salido de España y acudía a clases de desnudo a la Académie de la Grande Chaumière, donde realizó un importante conjunto de dibujos a lápiz de personajes grotescos, casi monstruosos, como una rebelión personal ante la violencia de los tiempos y una muestra más de su interés en «asesinar la pintura».
Uno de estos dibujos, abre la exposición «Huellas de tinta. Joan Miró en la Colección Würth» que reúne por primera vez en España gran parte de los fondos del artista en nuestra colección.
La exposición está formada por obra gráfica (litografías, aguatintas y aguafuertes) de entre los años ‘50 y ‘80, a la que se suman varias pinturas a gouache y óleo, carteles, una escultura en bronce, y obras realizadas para sus libros de bibliófilo, una de las facetas más fascinantes de su producción artística. Miró no encontraba diferencia entre la poesía y la pintura, lo que le llevó a colaborar continuamente con poetas y escritores; fruto de esta colaboración la exposición cuenta con obras como la serie Lapidari, realizada para un proyecto conjunto con el poeta Pere Gimferrer, y la serie completa de L’enfance d’Ubu (La Infancia de Ubú) sobre el personaje del escritor Alfred Jarry que Miró utilizó para canalizar su descontento político.
La obra gráfica de Miró, sus huellas de tinta, es fundamental para entender su desarrollo artístico pero, sobre todo, para encontrarse con la faceta menos académica del artista que transformó la experimentación con las técnicas de grabado en una forma de libertad: «el grabado es para mí una forma de expresión mayor, ha sido un medio de liberación, de expansión y de investigación».