Con la Colaboración de la Fundacion Joaquín Díaz. Los antiguos, al tratar de justificar con historias sus remotos orígenes -fuesen o no legendarios-, se encontraron con un problema que trataron de resolver creando distintas categorías en las que pudiese caber la realidad y la fantasía.
Los romanos solucionaron el dilema con una dosis de la propia medicina: «Quod gratis asseritur, gratis negatur», decía el proverbio latino (o sea lo que se afirma sin pruebas se puede negar sin pruebas). Siglos más tarde, San Isidoro, completando la idea de Aristóteles, hablaba de tres tipos de categorías para definir lo relatado: historiae -o sea los hechos que realmente sucedieron-, argumenta -es decir lo que podría haber pasado pero no pasó- y fabulae – o lo que es lo mismo, lo que nunca pasó ni pudo haber pasado-.
4 al 28 de febrero – S.M.E. de la Casa Revilla.