Seremos breves esta vez, de eso se trata. Iremos al grano. La música, ese es el argumento. La música que ha sonado, a lo largo y a lo ancho, en las propuestas escénicas de Israel Galván, aligerada ahora de tramas, de libretos y de teatro. ‘Los zapatos rojos’, ‘La Metamorfosis’, ‘Galvánicas’, ‘Arena’, ‘El final de este estado de cosas, ‘Lo Real-Le Réel-The Real’… sonando sin argumento, con la inercia del cuerpo y el ritmo. Sólo la música.
Se trataba de eso, de adelgazar de cualquier gravedad uno de los hallazgos más luminosos de los espectáculos de Israel Galván: el sonido. La cosa surgió entre Utrera y La Rinconada, entre la beneficencia y las hipotecas, reciclando audio con un selecto grupo de sus músicos; ofreciendo al público breves estallidos de felicidad. Todos sabemos que Israel Galván es una máquina y aquí suena en toda su pureza.
¡Sólo la música! En fin, esa es una de las características del baile flamenco y del baile de Israel Galván en particular. El cuerpo es un instrumento. No sólo de percusiones, también de viento, metales, cuerda, pues sí, el cuerpo habla. Cuando se tuerce ante el violín de Elo Cantón las notas son más de madera. Quieto frente a David Lagos o Tomás de Perrate, es más cuerpo, redundante. Caracafé es casi su gemelo, unas veces diestro y otras siniestro. Y más flamenco cuando remacha las percusiones y los metales de Proyecto Lorca.
Sáb 12 de mayo, 21h. Desde 20€.
Teatro Ciudad de Marbella (Plaza de Ramón Martínez, 3), Marbella. Málaga.
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