Pasmados es como hay que escuchar Lo que no está escrito, en el que el maestro madrileño, en compañía de su fiel escudero Esteban Hirschfeld, ha decidido recurrir a un sonido “vintage”; o antiguo, en castellano del de toda la vida, del que emplea Urrutia. Pero el adjetivo antiguo en esto de las grabaciones rock no hay que entenderlo como algo peyorativo, ¡al contrario!, representa la búsqueda de la esencia sonora que sostuvo las grandiosas grabaciones clásicas de los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando el género sonaba fresco y natural, sin malear por las tendencias o la última modernidad tecnológica.
Así que Urrutia decidió irse a Circo Perrotti, el cuco estudio que regenta Jorge Explosión –líder del grupo Doctor Explosión– en Gijón, donde este Profesor Chiflado de las máquinas grabadoras clásicas ha reunido una envidiable colección de aparatos “vintage” con los que capturar la esencia del sonido analógico.
Allí, Urrutia y Hirschfeld, acompañados de esa sección rítmica imbatible que conforman Candy Caramelo al bajo y José “Niño” Bruno a la batería, además de Juan Carlos Sotos con las guitarras, han levantado una obra de aquellas que, desde la primera escucha, dejan el regusto de lo atemporal, de los trabajos que van a superar el paso del tiempo con la cabeza bien alta, reuniendo una colección de canciones de esas que se aguantan de pie por fuerte que arrecie el viento.
Canciones con las que Jaime Urrutia, como ha hecho siempre y es ya seña indeleble de su cancionero, abraza géneros y los incorpora con naturalidad a su propio lenguaje: Lo mismo agarra un pasodoble y le da aires de ska juguetón (“Lo que no está escrito”) que va al encuentro del swing (“Tanta paz lleves”), como se pierde entre bucles de folk-rock (“Tarde”), asume el funky con guiños a la música disco de la década de los 70 (“De perdidos al río”, tal vez la joya de la corona de esta colección de canciones) o le atiza al rock correoso y veloz (“Siempre a veces”). También es capaz de firmar magnas baladas arrebatadas (“Aquí sin más” y “Y nos dirán”, ésta grabada con lo mínimo, sin bajo), enredar el pop con el rhythm and blues (“Tus problemas”, una canción, siguiendo la tradición de sus discos en solitario, de Juan Carlos Sotos, quien parece escribir pensando en Jaime), entregar un tema rítmico de esos que son como clásicos personales (el recuperado “Tratando”, con la voz, en una nueva toma, de Andrés Calamaro) o trasladarse hasta los orígenes del rock and roll pero con su impronta más chulapa (“Venga ya!”)…
En definitiva, todo el universo musical de Jaime Urrutia y su particular sentido del rock and roll. Porque, digámoslo, este es un disco de rock, de esos que disfrutarán los amantes de las buenas guitarras y de los sonidos más esenciales, más puros, ya que, al igual que su autor busca el hueso de cada composición para desnudarla de artificios innecesarios, en la parte musical y técnica, él y Esteban Hircschfeld han querido mostrar la esencia: esos sonidos que siempre han estado presentes en su obra pero que, en ocasiones, han quedado opacados por producciones excesivas.
Habrá quienes piensen que Jaime Urrutia se prodiga poco –ha tardado cinco años en grabar un disco de estudio–, pero su metodología es parsimoniosa, fruto de un proceso tan laborioso como exigente en el que se desechan muchas ideas y que le lleva a madurar melodías, perfeccionar incansablemente las letras, buscando no repetirse y ofrecer puntos de vista distintos a los tratados en canciones anteriores. Es la calidad frente a la cantidad. El trabajo del honesto artesano frente al de la factoría en cadena. Es Jaime Urrutia, un creador ajeno al tiempo y al espacio que no sólo es patrimonio mayor del pop español, sino que debería de ser una especie protegida.
Lo que no está escrito, para rematar la faena, se presenta con una portada firmada por uno de los ilustradores y pintores más especiales de nuestro país, El Hortelano. Un creador de escenas tan mágicas como inasibles que, surgido desde el “underground” de los años 70 –compañero de viaje de Mariscal, Ceesepe y Ouka Lele– y forjado su estilo durante los años 80 (en plena Movida), es autor de una extensa obra que le ha valido el reconocimiento internacional y le ha hecho merecedor de la reciente Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Una pintura suya envuelve el disco, que también se presenta en una cuidada edición especial y limitada pensada para coleccionistas.
Lugar: Sala Porta Caeli Global Music
Calle Mariano de los Cobos, 1