Un hombre que trabaja limpiando pintadas de las paredes, gracias a un programa de reinserción laboral, atraviesa una puerta de chapa tan vieja que se queda atrancada.
En ese lugar, enjaulado de chapas y vallas con alambre de espino, hay unos contenedores de basura y reciclaje. En el contenedor para papel se esconde una mujer.
Pronto surgen los recelos y las agresiones entre ambos. Pero la proximidad de unos disturbios y la amenaza de que los contenedores pueden acabar ardiendo, hace que tengan que colaborar en su defensa.
La sensación de victoria consigue que se miren de otro modo y ella da rienda suelta a sus sueños: ser una persona normal, de esas que el sistema reconoce como útiles. Casarse. Con su despedida de soltera, por qué no. Con su viaje de novios, visitando las partes más lujosas de la civilización. Incluso tener un hijo, que se parezca a su padre y pasearle con orgullo, ante la envidiosa mirada de los demás.
Pero los sueños pueden explotar entre las manos, dejando un saco de cenizas que habrá que tirar al otro lado de la valla. Una valla que, aunque se mueva, siempre te mantiene al otro lado.