La Compañía está de aniversario, 40 años sobre los escenarios, que no es nada… Después de 40 años andando, La Quimera de Plástico anuncia que ¡HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO! con una de las obras más esperpénticas de Don Ramón María del Valle Inclán. Y solo ellos, que andan sobrados de experiencia, consiguen que así, vivaz, limpia y ágil, La Quimera de Plástico extrae toda la profunda melancolía que late en este esperpento atroz y lúcido sobre los precios que se pagan a las manadas, sobre el peso de las crueles conveniencias y sobre las descarnadas convivencias, mientras los ciegos recitan coplas al cielo.
«Los cuernos de Don Friolera»
Don Ramón María del Valle Inclán se sentiría más que orgulloso, se sentiría pletórico al ver que en el siglo XXI sus esperpentos lucen tan rabiosamente espléndidos, no solo contemporáneos si no, también modernos.
Se sentiría, también, rabiosamente envidioso —el, que fue tan quejumbroso y enrabietado— al ver la frescura e inteligencia que, bajo la batuta de Luisa Hurtado, ha volcado en la compleja función la compañía La Quimera de Plástico para hacerla humana y accesible.
Si, utilizando el recurso del teatro dentro del teatro, los tres magníficos intérpretes viven las desventuras, miserias y sinsabores Esperpénticas en si mismas) de una compañía de teatro mientras entran y salen de la obra de Valle Inclán.
Y no cuesta nada —con esa engañosa facilidad que solo dan los años de oficio y de talento— a Juan Manuel Pérez, Selma Sorhegui y César Catalina entrar y salir de la obra para ser fantoches a veces y bienaventurados otras, para ser grotescos a veces y cándidos otras, para ser sombras que pululan e inocentes que se desconciertan, para ser militarotes y pasianines, para ser institución e inspiración, para estar encandilados y ser decepcionados, para ilusionarse y amargarse, para ser títeres, peluches y marionetas, en definitiva, humanos.