En el antiguo teatro griego surgieron las tragedias. Tenían un componente purificador como objetivo final: la catarsis. Hoy en día se ha perdido el sentido último de la tragedia. La purificación del espectador, al transitar en su interior emociones que ve representadas, está totalmente diluida. La sociedad ha avanzado de tal modo que el individuo puede acceder a liberar emociones de manera inmediata. Pero antiguamente la tragedia era una experiencia a fuego lento, donde la fábula iba produciendo en el espectador sentimientos de forma inexorable, guiándolo a un final de exaltación donde asumía su condición humana y donde reconocía que nada que surgiera del ser humano le era ajeno.
Extinción intenta rescatar esa idea pérdida de la tragedia donde una historia se construye a partir de decisiones fundamentales que provocan concatenaciones de acontecimientos, los cuales sobrepasan la vida biológica de los protagonistas y van más allá de sus descendientes. Extinción recupera el tiempo necesario para provocar las emociones extremas. Extinción es una metáfora de las repercusiones de los actos que hoy cometemos y que todavía perdurarán más allá de nuestros bisnietos.