La máscara nunca miente es una exposición que traza un recorrido a través de los usos políticos de la máscara en la modernidad y aborda las políticas de control sobre el rostro, las resistencias culturales a la identificación, la defensa del anonimato, las estrategias de terror en el acto de ocultación o la forma que tienen los malos, los héroes o heroínas y los disidentes de mostrarla como símbolo identitario. Entre el Ku Klux Klan y Pussy Riot, se extiende, así, un repertorio heterogéneo de rostros enmascarados tras los que se esconde no solo una identidad, sino también el origen de algunos fenómenos que definen nuestro presente, como las fake news, la conspiranoia o los mecanismos de control biopolítico.