Hace más de cincuenta años que Cortázar parió a La Maga y la convirtió en musa para ellos e ideal para ellas. Algo menos, unos quince, desde que Miguel Rivera y Javier Vega (luego vendría César Díaz) decidieran llamar a su grupo como a aquella mujer despeinada y perfecta, y debutaran con un disco blanco (2002) que les colocó en un lugar privilegiado de la escena del indie pop nacional.
Maga en los Jueves Acústicos de MEH
Cuatro discos más fueron conformando hasta 2011 un cancionero único e imbatible por su profundidad lírica y musical, además de por la tremenda emoción que desbordaban sus temas. Y ahora, seis años después, vuelven Maga con este ‘Salto Horizontal’ (Warner Music, 2017) tan inesperado como inspirado: diez nuevas canciones, treinta y seis minutos de iluminado y resplandeciente pop mágico.
Comienza el disco con el susurro de Miguel Rivera en ‘Domingo’, y una letra –“¿quién me vio caer al suelo, levantarme y alzar el vuelo?”- que evidencia la reinvención de unos Maga que se han decidido entre otras cosas por primera vez a trabajar con un productor externo al grupo, Ángel Luján (Xoel López, Vetusta Morla, Anni B Sweet…). Una figura fundamental para liberar al grupo de sus corsés, aportando multitud de matices, arreglos y un aire mucho más luminoso, además de dotar de un poderoso músculo rítmico a las delicadas composiciones del grupo sevillano. Y llega la monumental “Báltico”, y su ritmo casi industrial, abriendo paso, como un rompehielos, a una bella historia de amor y libertad. Una de las canciones más destacadas de un disco en el que resulta casi imposible decidirse por una favorita.
Estos seis años nos han devuelto a unos Maga maduros y clarividentes, solo así nacen canciones tan rotundas como “Por las tardes en el frío de las tiendas”, en la que cuentan con la colaboración de Anni B Sweet, o “Cuando nadie me escriba”, otro tema destinado a convertirse en himno en sus conciertos. Nadie más podría haber escrito un canto a la soledad como este, imágenes de un hogar que se descompone a la vez que una relación se desvanece, la naturaleza fundiéndose con los sentimientos y otra vez esa emoción que solo son capaces de transmitir unos pocos escogidos.
Y sigue la voz de Miguel Rivera revoloteando, dibujando laberintos con salida, ahora en dos temas de aire folk como “Esmeralda” e “Incendios a merced del viento”, la guitarra acústica y la voz protagonistas de historias de amor frustradas, siempre dejando un hilo para la esperanza. Como en “Juego”, con ese grito de –“¡viva el corazón! ¡muera la impostura!”- con la colaboración de Zahara a los coros.
Y enfila el disco su último tramo con tres dedicatorias. A Cádiz, en “De plata”, una canción tan llena de vida como la ciudad culpable de que el sol y el mar estén tan presentes en el imaginario de Maga. A la poesía, en “La casa en el número 3”, residencia de Vicente Aleixandre, y donde lo visitaban Cernuda, Neruda, Lorca,… Y por último, en “La noria”, a aquellos que dan voz a los que nunca la han tenido, una canción comprometida con la situación política y social -“de nuevo sentir la plaza ocupada”- y a pesar de todo, optimista -“queda tanto por hacer, nadie va a quitarnos las ganas”-.
Maga están de vuelta, sin miedo a bailar, decididos y dispuestos a dar ese gran salto horizontal, aparentemente imposible, su particular malabarismo sin manos. Y lo consiguen con contundencia rítmica, exquisitez instrumental, melodías impecables y arreglos brillantes. Sensual y frágil poesía cotidiana articulada en las enérgicas canciones de este “Salto Horizontal” destinado a convertirse en uno de los discos imprescindibles del pop cantado en español.