El poder contra los indefensos es un tema recurrente en la literatura universal. Victor Hugo lo aborda en Le Roi s’amusecon una dureza tal que su representación se prohibió durante medio siglo. Verdi, tras dos años inmerso en la vida cultural parisina, se arriesgará, con el estreno en La Fenice en 1851, con esta trágica historia llena de claroscuros –el personaje de Rigoletto, como el mismo afirma, le parece digno de Shakespeare–. Y convertirá al bufón jorobado en un ser escindido entre su odio hacia un poder corrupto, y su enfermizo amor por una hija que caerá víctima de todas las conspiraciones que él mismo ha fomentado.
Con esta obra, el compositor arranca una nueva etapa hacia su propia concepción del drama musical, con formas operísticas más libres. La elegante puesta en escena de David McVicar reproduce la atmósfera opresiva de la corte y ahonda en la ambivalencia del personaje –monstruoso por fuera y frágil por dentro–, mostrando la degradación en la que puede sumirse un ser humano movido por el miedo.