Orquesta Sinfónica de Castilla y León.
Eliahu Inbal, director – José Miguel Asensi, trompa.
Óscar Navarro (1981) Concierto para trompa [Estreno absoluto. Encargo de la OSCyL] – Maurice Ravel (1875-1937) Rapsodia española – Ígor Stravinski (1882-1971) La consagración de la primavera.
Eliahu Inbal, nuevo principal director invitado de la OSCYL, es capaz de sacar lo mejor del repertorio para gran orquesta. En su incorporación a la Sinfónica de Castilla y León, sus propuestas pasan por autores como Shostakóvich o Stravinski, lo que significa una declaración de intenciones de la que todos debemos congratularnos y, en definitiva, disfrutar.
El compositor Óscar Navarro (Novelda, 1981) ha definido su música como recomendada para todos los públicos. No la considera vanguardista o experimental. Ha afirmado también que los referentes musicales de su niñez son Piotr Ilich Chaikovski y John Williams, lo que puede dar una idea del estilo de un autor que recibe encargos de importantes instituciones, como el Instituto Valenciano de Música o Ciudad de Downey (Los Ángeles). Su Concierto para trompa es un encargo que estrenará José Miguel Asensi, solista de la OSCyL, cuya sólida carrera internacional y en el seno de la orquesta da buena fe de su talento.
En la Rapsodia española, Maurice Ravel utiliza aires de música española en una labor de puro refinamiento, sin caer nunca en lo folclórico. Algo parecido, a su manera, consigue Stravinski con la música popular rusa en La consagración de la primavera, aunque con distintos métodos y entidad. Pese a que es tradicional nombrar su estreno (París, 1913) como un fracaso, habría que definir lo que significa esta palabra en relación a la obra. Es cierto que la representación —que no es lo mismo que la composición— creó polémica, pero lo que en realidad supuso el tumultuoso estreno fue una profunda impresión en el público.
La complejidad rítmica y armónica de La consagración de la primavera transmite unas sensaciones que apelan a lo más atávico del ser, lo que funciona de una manera increíblemente integrada con su carcasa vanguardista e intelectual. Stravinski ya había roto esquemas con el ballet Petrushka (estreno: 1911), sin duda su obra más innovadora, pero fue en La consagración donde el complejísimo engranaje de la genialidad stravinskiana se unió a un estilo y temática que trascendieron todo eso que puede esperarse de un ballet.