Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Jukka-Pekka Saraste, director
Pablo FerrÁndez, violonchelo
Ludwig Van Beethoven (1770-1827)
Obertura Leonora n.º 2, op. 72a
Joseph Haydn (1732-1809)
Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1 en do mayor, Hob. VII B1
Johannes Brahms (1833-1897)
Sinfonía n.º 1 en do menor, op. 68
Para referirse a Jukka-Pekka Saraste, el crítico Pablo R. Rodríguez ha utilizado palabras como “intenso”, “atmosférico”, “precisión” y “mesura” (El País). En la extensa carrera del conocido director finlandés destaca una ininterrumpida actividad discográfica, que comenzó en 1984 y que incluye al menos 32 CD del más variado repertorio, en sellos como Virgin y Ondine. Ha sido titular de la Sinfónica de Toronto, y principal director invitado de la Sinfónica de la BBC. Hoy ocupa el cargo de titular de la WDR de Colonia.
El Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1 de Haydn tendrá, además, otro protagonista: Pablo Ferrández, un joven intérprete que se ha posicionado espléndidamente dentro del ámbito internacional. Ha recibido importantísimos premios, como el Classical Music Award 2016 al joven artista del año, y ha sido el primer español premiado en el Concurso Chaikovski. El director Christoph Eschenbach ha dicho de él: “Lo tiene todo: una técnica espléndida, una profunda musicalidad y un carisma arrollador”, y en la revista Diapason se afirma: “Pablo Ferrández será uno de los mejores chelistas del futuro. No: lo es ya”. Con semejantes credenciales, se puede esperar lo máximo para el Concierto para violonchelo n.º 1 de Haydn, obra felizmente descubierta en 1961 en el Museo Nacional de Praga después de que durante siglos se hubiera creído perdida.
Tanto la Obertura Leonora n.º 2 –una de las que Beethoven escribió para la que terminaría siendo su única ópera, Fidelio– como la Sinfonía n.º 1 de Brahms se identifican paradigmáticamente con la tradición musical alemana. Concretamente, esta sinfonía condensa todo un modo de entender la composición para gran orquesta, y es una parte capital en la evolución de la sinfonía clásica hacia un punto a partir del cual ciertos parámetros ya no darían más de sí. Escucharla implica no solo disfrutar extremadamente de una obra colosal, sino tener la oportunidad de percibir algunos de los más trascendentes ecos de la historia de música. El estilo fluido y nada pretencioso de Saraste, además, facilitará la conexión del público con los diferentes estratos de una sinfonía simplemente fundamental.