Viernes 19 febrero 2016 – 20:00 – Sala Sinfónica, entradas: 7 / 13 / 19 / 24 / 29 €.
Orquesta Sinfónica de Castilla y León – Pinchas Zukerman, director-violín – Amanda Forsyth, violonchelo
Johannes Brahms (1833-1897) Doble concierto en la menor, op. 102
Sinfonía n.º 4 en mi menor, op. 98
Resumir en algunos datos a toda una leyenda del arte violinístico como es Pinchas Zukerman resulta francamente complicado. Veintiuna veces nominado a los Grammy, ha grabado más de cien obras y le han sido concedidos importantísimos premios, como la Medalla de las Artes en 1983 o el Premio a la Excelencia Artística Isaac Stern. Titular de la Orquesta de Cámara Saint Paul de Minnesota entre 1980 y 1987, su labor como director actualmente es uno de los ejes centrales de su vida musical. Está casado con la que hoy será su compañera solista en el concierto de Brahms, Amanda Forsyth, chelista principal de la Orquesta del Centro Nacional de las Artes (NAC), que como su marido estudió en la neoyorkina Julliard School.
La obra donde Zukerman y Forsyth se encontrarán en el escenario es el Doble concierto de Johannes Brahms, composición postrera en la que el genio de Hamburgo retoma una forma que nació en el barroco (concierto con la intervención de instrumentos solistas) y que después fue utilizada en contadas ocasiones. Se trata de un concierto enérgico pero a la vez repleto de dulzura y nostalgia, directamente pensado para Joseph Joachim, su incombustible amigo, que estrenó la obra junto a Robert Haussmann, virtuoso del chelo y al que también Brahms eligió desde el principio.
De todas la sinfonías de Brahms, la Cuarta es la más sutil y probablemente por eso mismo la que más tensión puede llegar a transmitir. Hay en ella una suerte de algo no resuelto, con toda esa sucesión de climas por otra parte magistralmente enlazados. La estructura parece gozar de mayor libertad, aunque realmente nunca dejen de percibirse las más robustas esencias de la forma sonata, cuya evolución a través del tiempo se corresponde con una parte capital de la historia de la música. Con su tono crepuscular no exento de drama, la Cuarta es una obra conmovedora en múltiples sentidos.