Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Gordan Nikolic, director
Compañía de Danza Española Aída Gómez
María Mezcle, cantaora
Magdalena Anna Hofmann, soprano
Thomas Oliemans, barítono
Manuel de Falla (1876-1946)
El corregidor y la molinera
Dmitri Shostakóvich (1906-1975)
Sinfonía n.º 14, op. 135
De Gordan Nikolic se ha dicho que sus conciertos discurren con una mezcla de espontaneidad, acuerdo, rigor y alegría, y esas cuatro palabras ya pueden dar cuenta de la actitud de este gran artista a la hora de tocar y dirigir. Alumno de Jean-Jacques Kantorow en Basilea, algunos hitos en su fructífera carrera son el nombramiento, en 1997, como concertino de la Orquesta Sinfónica de Londres, o el título de Prince Consort Professor en el Royal College of Music para conjuntos de cuerda, en 2000.
Las dos obras del siglo xx que se que abordarán no están muy relacionadas estilísticamente, si bien puede haber algún punto de unión en la “españolidad” de la obra de Shostakóvich con respecto a algunos de sus textos, debidos a Federico García Lorca. El corregidor y la molinera es una farsa mímica que además nos permitirá disfrutar de un cuerpo de baile capitaneado por la gran Aída Gómez, antigua directora del Ballet Nacional de España y una de las figuras señeras en el panorama español de la danza. Requiere también voz, para lo que se contará con la cantaora María Mezcle. Niña prodigio, ha conseguido infinidad de premios y menciones en concursos. Hoy por hoy es una de las cantaoras de la nueva generación con más éxito de público y crítica.
La Sinfonía n.º 14 de Dmitri Shostakóvich fue completada en 1969, y estrenada en 29 de septiembre de ese mismo año con Rudolf Barshai en el podio. Consiste en una sucesión nada casual de poemas cantados por soprano y bajo (o barítono), en este caso la polaca Magdalena Anna Hofmann —gran cantante operística que ha actuado en el Teatro de la Scala, Festival de Bregenz o Theater an der Wien— y el holandés Thomas Oliemans —que ha visitado los más importantes festivales europeos, como el de Salzburgo o Aix-en-Provence—. El tono sombrío de los textos –aunque repletos de matices– y de la obra en general implica una magnífica oportunidad para que Nikolic dé muestras de una flexibilidad y capacidad de adaptación de las que, hoy por hoy, es difícil dudar.