El dragón de nuestra pieza no es un dragón corriente. Se trata del último de su especie. Porque los tiempos en los que los dragones eran tan corrientes cómo lo son ahora los autobuses ya pasaron cuando empieza nuestro espectáculo. Será por eso que cuando la princesa y el niño Telmo se acercan al fondo de la cueva donde vive para acabar con él y cumplir así la tradición, nuestro amigo se niega a moverse: “Para que voy yo querer una princesa? Ni siquiera se me ocurriría comer una cosa tan horrible”, dice el gigantesco asombro.
A La princesa Celia tampoco le complace pasar a la historia como la causante de la extinción definitiva de los dragones y, mucho menos, tener que ser rescatada por un príncipe. Todos los que conoce son bastante tontos y, desde luego, mucho menos hábiles que ella con la espada.
Teatro Colón. Avenida de la Marina 7A. A Coruña