WILLIE NILE, CORREDOR DE LARGAS DISTANCIAS
No es larga la distancia entre Buffalo y New York City, pero fue suficiente para marcar la vida del joven Willie Nile. Cuando, tras algunas visitas a mediados de los 70 donde conoció tanto la escena folk de Greenwich Village como la punk del CBGB, decidió asentarse allí e intentar una carrera que comenzaría en el 80 con su primer LP. La maravillosa canción que lo abre marca el tono: el de un cantautor respaldado por una sólida banda de rock, una fórmula que procede directamente del Dylan del 66 más el punto de épica bohemia cultivado por Springsteen o Elliott Murphy. El resto se balancea entre el rock’n’roll básico de “Dear Lord”, el medio tiempo de “It’s all over” o baladas como “Behind the cathedral”, aunque un par de canciones destacan por distinto motivo: “She’s so cold” se llama como una de los Stones…y no es casual; parece que grababan en el estudio de al lado y algo se filtró… ¡desde el lado de Willie!. Por otro lado “Old men sleeping in the bowery” habla ya desde el enunciado de la dura vida en su ciudad, una constante en su carrera, un auténtico signo de identidad.
Excelentes críticas le permiten girar con los Who por USA y grabar un segundo disco en la misma línea del primero, quizás con mejor sonido y menos canciones emblemáticas, pero con algo más de electricidad en cortes como la titular, “Golden Down”, en el que incide en esos retratos de “beautiful losers” (Bob Seger dixit) en forma de poesía urbana, claramente influida por la Beat Generation. Grandes críticas, escasas ventas y la sensación de que su discográfica no se esfuerza lo suficiente hacen que se declare en bancarrota y un juez lo libere de su contrato. Aparece una oferta de Geffen Records que acepta y todo pinta bien… pero llegan los problemas. El artista nunca ha querido abundar en el tema, pero aquello no fructifica y además se le impide, por motivos no aclarados, volver a grabar. No hay que olvidar que David Geffen fue el mismo que le puso un juicio a Neil Young por editar disco “poco comerciales”…
Descorazonado, Willie debe aceptar cualquier trabajo para mantener a su familia hasta que casi ¡10 años después! aparece “Places I’ve never been”, que tiene un sonido bombástico al estilo del Bruce del momento, se apoya en colaboradores tan cualificados como Roger McGuinn y Richard Thompson y cuenta con buenas canciones y mejores textos, que tampoco venden así que se lanza a la vía independiente y saca el EP “Hard times in America” con una producción más simple y unas letras “indignadas” reflejo de vivencias propias y de su entorno que tampoco ayudan mucho a popularizar su nombre.
De nuevo solo pero esta vez decidido a continuar por sus propios medios se toma su tiempo para lanzar un disco fundamental en su carrera, “Beautiful wreck of the world”, que vuelve a ponerle en el mapa, al menos en lo que a crítica y fans se refiere (incluso para quien esto escribe, que lo recupera gracias al nunca suficientemente estimado y recordado Javi “Mondragón” Hernández). Su tono es sombrío y amargo pero las canciones se cuentan entre sus más brillantes e intensas, especialmente “On the road to Calvary”, un oblícuo homenaje a Jeff Buckley, habitante común del denso universo de New York. Con todo el esfuerzo de su parte vuelve a esperar para grabar otra obra definitiva y definitoria. “Streets of New York” es, claro, otro beso a su ciudad, otro intento de definirla con palabras de duro cariño, de amor consciente a sus calles y a sus gentes, las de más abajo (“Faded flower of Broadway”) y las de más arriba en la cínica escala social (“You got the best friends money can buy”). Cuenta, además con una pieza triste que conecta Manhattan con Madrid, ambas víctimas de crueles atentados, a través de un ritmo rabioso y un texto confuso y doliente: “Cell phones ringing in the pockets of the dead” (Móviles sonando en los bolsillos de los muertos). Cierra el disco con el tema homónimo, una balada al piano (que Willie toca con excelente técnica y perfecto sentimiento), algo reminiscente del estilo de Roy Bittan de la E Street Band pero triunfadora por la sinceridad que proyecta.
Después de estas dos obras mayores su carrera parece por fin encarrilarse. No deja de tocar a ambos lados del Atlántico, sin olvidar la península, y edita lo que puede considerarse como una trilogía: “House of a thousand guitars”, “The innocent ones” y “American ride”, todos ellos discos directos, con algunas baladas y medios tiempos, pero repletos de himnos como el que titula el primero, “Run”, “If I ever see the light” o “One guitar” que brillan sobre el escenario, que es donde realmente vive el artista con su piano, su banda o donde recibe a buenos amigos como Bruce, Steve Earle, Mike Peters de The Alarm o Mike Scott de The Waterboys (cuya manera, curiosamente, de alargar susurrando la frases en los tiempos lentos es muy similar a la suya…). Varios discos y DVDs dan prueba de ello, el último muy reciente, aunque recogiendo dos actuaciones del 80 y el 2000 en el mítico Bottom Line.
Este año ha dado un paso largamente esperado: un registro a piano (casi) solo que es todo un triunfo de emoción que se abre con aire gospel y continúa con algo que podría haber cantado Nina Simone para luego tomar acentos gaélicos, de Music Hall, del “folk piano” o de los blues alterados de Randy Newman. Se llama “If a was river” y ya es uno de los imprescindibles del año.
En 2016, presenta su disco de vuelta al rock’n’roll y a las guitarras a todo volumen: “World War Willie”.
DISCOGRAFÍA en estudio
Willie Nile (80)
Golden Down (81)
Places I have never been (91)
Hard Times in America EP (92)
Beautiful Wreck of the World (99)
Streets of New York (2006)
House of a thousand guitars (2009)
The Innocent Ones (2010)
American Ride (2013)
If I was a river (2014)
World War Willie (2016)
Viernes 9 de septiembre. 22,30h. 12€. La Casa del Loco.