A partir de una idea de Consuelo Trujillo, y dirigidos sobre la escena por Andrés Waksman, en Y el cuerpo se hace nombre media docena de intérpretes se embarcan en un viaje catártico con el que pretenden superar el concepto binario de género. A través del teatro, la danza, el arte plástico o el sonoro, la pieza invoca el espíritu salvaje de una fiesta dionisiaca para que la creatividad fluya sin cortapisas.