Un parque, de por sí, ya es un escenario. Citas concertadas, encuentros casuales, conversaciones fútiles que en ocasiones devienen en reflexiones profundas de dos o más individuos, hogar de indigentes, lugar de contemplación, de paseo, de juego, de seducción… El banco se convierte en el sitio idóneo para la complicidad o el antagonismo, aunque solo sea por la proximidad física de dos desconocidos. La palabra hace el resto. Continuidad de los parques nos propone un juego perverso, cómico y engañoso; un retablo de apariencias, de continuos equívocos a medio camino entre el realismo y el absurdo.
Continuidad de los parques son ocho historias que confunden e inquietan mediante la presentación de situaciones naturales en apariencia. Cada cosa de las que vemos cubre otra, oculta misteriosamente tras la visible.