Máquina de entretenimiento
La historia de la criatura arrancada a su familia (robos en la cuna, intercambios de bebés, extravíos en la catástrofe) arrasa desde el comienzo de los tiempos y lo hará hasta su final: de Moisés a Oliver Twist, pasando por infinidad de príncipes y mendigos. Cuanto mayor sea el abismo que separa los mundos que se disputan al héroe, mejor. En este caso, la heroína brinca de la suntuosa corte imperial rusa a la miseria de la Leningrado soviética. ¿Quién da más? No importa que el ADN la desenmascarara hace tiempo. El libreto de Anastasia consigue mantenerse con sutileza entre la ilusión y la realidad. Y ese es el meollo del teatro.
El musical se ha trasladado desde Broadway con escalímetro y compás: milimétricamente exacto. El resultado es una máquina de entretenimiento que roza la perfección, con momentos brillantes como el del viaje en tren o el de la representación de ballet, teatro dentro del teatro. La heroína, el galán y el gracioso (Jana Gómez, Etayo y Navares) forman un trío –en el texto y la interpretación– equilibrado y complementario. Añadidos el malo (Salgado), la emperatriz (Àngels Jiménez) y la frívola (la simpar Luchetti) la fábula funciona como el mejor cuento de hadas. Puesto a elegir, mención para Javier Navares, que bordaba el realismo en El plan y parece aquí que lleve toda la vida en el género.
Fecha de publicación: 16/11/2018