Mutaciones culturales y sentimentales
Lo nuevo de
Pawel Pawlikowski, que saltó a la fama internacional con
Ida (2013), es un romance épico entre un instrumentista y una cantante polacos que acontece en varios países y se desarrolla durante una década, la de los años cincuenta del pasado siglo, la más enconada de la Guerra Fría. Y, bajo ese argumento, late otro aún más ambicioso, que hace de la pareja protagonista símbolos: las mutaciones en base a la ideología y el mercado de la cultura popular y, más en concreto, la música, en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial. Por si todo ello no fuera suficiente, Pawlikowski cifra la duración de
Cold War en menos de hora y media, lo que le obliga a una labor considerable de sincretismo narrativo y solapamiento discursivo. La película se resiente de ello y termina por ser algo parecido a un borrador, un esquema de lo que nos habría ofrecido con un metraje más extenso y una historia de amour fou menos melodramática. En todo caso, como cabía esperar del director de Ida,
Cold War abunda en escenas memorables -atención a las que tienen como escenario un monasterio abandonado-, fotografiadas en un blanco y negro arrebatador por Lukasz Zal.
Lo mejor:
La interpretación de Joanna Kulig y la creación de atmósferas por Pawel Pawlikowski
Lo peor:
La película trata de abarcar demasiado en un metraje muy ajustado