Susanne Bier corrige su tendencia al tremendismo con una aguda historia de violencia traicionada por un desenlace incoherente e inmaculado
El efectismo emocional desatado que, hasta ahora, anegaba la práctica totalidad de las películas de Susanne Bier se toma aquí un respiro, lejos de los desgarros histéricos y la sensiblería en bruto que rezumaban las postizas tragedias de Hermanos y muy especialmente Cosas que perdimos en el fuego. En En un mundo mejor Bier consigue lo que no consigue casi nunca, mantener las distancias respecto al sufrimiento de sus personajes.
Más contenida, menos melodramática y, por ello, razonablemente equilibrada, "En un mundo mejor" explora los diferentes matices de la violencia en un espectro geográfico norte-sur en el que la inadaptación postraumática de un chaval huérfano danés con repuntes de psicópata convive con el paisaje desolador de un país africano asfixiado por la tiranía de un señor de la guerra que ejerce su autoridad a golpes. Bier logra su principal propósito; su película proyecta la latente amenaza de una violencia implícita, omnipresente y universal, espejo de frustraciones sociales de la más diversa índole que emerge a dentelladas a lo largo y ancho del drama multiétnico con una virulencia nada desdeñable.
"En un mundo mejor" rezuma desasosiego por todos sus poros, y la ingrata frustración de sus inquilinos turba y descoloca. Bier dosifica los tiempos, sujeta la explosividad innata de la tragedia con habilidad e ingenio. Su película no descarrila arrastrada por la tentación del gran discurso, de la moraleja intrafronteriza. Los personajes son creíbles, sus tribulaciones tangibles, y las brutales contradicciones que acompasan la inercia imprevisible de sus actos es razonablemente genuina.
Por desgracia la directora danesa se afana en rescatarnos del infierno, de proyectar luz blanca en una película de lóbregas esquinas. Enciende la mecha pero no se atreve a hacerla explotar; así las cosas el desenlace, plano y forzadamente catártico en todos sus frentes remite, lamentablemente, a la Susanne Bier de antaño, la que manipula los sentimientos a plena luz del día para ampliar contra natura el eco de la tragedia e imponer moralejas a la fuerza.
El desenlace es traidor y hollywoodiense, quizá por eso En un mundo mejor se llevó el Oscar a mejor película extranjera frente a otras cintas que reunían más méritos para merecerlo.
Lo mejor:
La implícita violencia que empapa cada plano
Lo peor:
Un final made in Hollywood